
El telón se levantó en septiembre de 2025 para un acto inesperado en el escenario de la rivalidad tecnológica global: China y Estados Unidos firmaron un acuerdo sobre TikTok, la red social que durante años fue epicentro de una batalla por el control de datos y la influencia digital.El 15 de septiembre, el viceministro de Comercio chino, Li Chenggang, confirmó que ambas naciones alcanzaron un consenso "de interés mutuo" basado en la cooperación y el respeto. Este pacto, que parecía improbable en medio de tensiones comerciales y políticas, ha abierto una ventana para la cooperación, aunque no sin dejar cicatrices visibles en el entramado diplomático y tecnológico.
El origen del conflicto se remonta a la administración Trump, que en 2020 impuso un ultimátum para que ByteDance, matriz china de TikTok, vendiera la filial estadounidense, bajo la sospecha de que Pekín podía acceder a datos sensibles de millones de usuarios estadounidenses. Ese plazo venció en septiembre de 2025, cuando el acuerdo fue anunciado oficialmente. La negociación incluyó aspectos complejos como la operación de datos de usuarios, seguridad cuántica, y la revisión de licencias de algoritmos y propiedad intelectual.
Desde la perspectiva china, la aceptación del acuerdo fue un acto pragmático, fruto de una evaluación que valoró los beneficios de la cooperación frente a la prolongación del conflicto. Li Chenggang señaló que "EE.UU. no debería pedirle a China que se acomode a sus demandas y al mismo tiempo seguir oprimiendo a las empresas chinas". La delegación china también expresó preocupación por la ampliación del concepto de seguridad nacional en EE.UU., que ha derivado en sanciones que consideran excesivas.
En contraste, la visión estadounidense ha sido más cautelosa y dividida. Por un lado, sectores políticos y de seguridad nacional ven el acuerdo como un paso necesario para evitar una fractura mayor en el ecosistema digital y para proteger la soberanía tecnológica. Por otro, hay voces que critican la concesión de derechos de propiedad intelectual y la operación de datos en manos chinas, temiendo riesgos para la privacidad y la seguridad.
La sociedad civil y expertos en privacidad han reaccionado con escepticismo. Organizaciones defensoras de derechos digitales advierten que, aunque el acuerdo establece marcos de revisión y control, la opacidad en algunos puntos clave, como la exportación de tecnología y el uso autorizado de propiedad intelectual, mantiene incertidumbres sobre la protección efectiva de datos personales.
En el plano regional y global, este acuerdo marca un precedente que podría influir en cómo otras potencias regulan las plataformas digitales y negocian la soberanía tecnológica. América Latina, con su creciente mercado digital, observa con atención las implicancias para la privacidad y la autonomía tecnológica.
¿Qué se puede concluir hasta ahora?
- El acuerdo representa un paso significativo hacia la desescalada de tensiones entre dos gigantes en un terreno marcado por la competencia y el recelo.
- Persisten diferencias sustanciales en la interpretación de seguridad nacional, propiedad intelectual y control de datos, que podrían generar futuras disputas.
- La transparencia y fiscalización efectiva serán claves para que el pacto no se convierta en una fachada diplomática sin resultados concretos en protección de usuarios y empresas.
Este episodio, más que un final, es un nuevo acto en la compleja obra de la geopolítica tecnológica, donde el público observa atento, consciente de que la tragedia y la comedia de la competencia global están lejos de concluir.
2025-11-11