
En un escenario que parecía haber dejado atrás la crisis más dura de la pandemia, el Sindicato de Pilotos de Latam (SPL), que agrupa a casi 500 profesionales, ha vuelto a poner sobre la mesa una negociación colectiva marcada por la tensión y el reclamo por mejores condiciones salariales. El proceso formal comenzó el 1 de septiembre de 2025, con una propuesta que busca recuperar la brecha entre los sueldos actuales y los niveles previos a la crisis sanitaria, cuando la aerolínea enfrentó una reestructuración financiera bajo el Capítulo 11 en Estados Unidos.
Desde 2020, los pilotos sufrieron una reducción de hasta un 30% en sus remuneraciones, además de despidos que afectaron a 246 colegas, medidas que, según el sindicato, permitieron un ahorro cercano a los US$30 millones para la empresa. Sin embargo, la recuperación económica de Latam ha sido notable: hoy es la firma con mayor capitalización bursátil en Chile, y sus resultados financieros muestran una sólida recuperación, según declaraciones públicas de su CEO, Roberto Alvo, quien destaca un “avance con paso firme”.
Este contraste ha generado un choque de percepciones. Desde el SPL, la narrativa es clara: “Nuestros salarios aún no reflejan el crecimiento y la estabilidad que hoy exhibe Latam. Es momento de recuperar lo perdido y reconocer el valor de nuestro trabajo en el aire”. En cambio, desde la empresa se observa con cautela la negociación, enfatizando la necesidad de mantener la competitividad y la sostenibilidad financiera a largo plazo, aunque sin cerrar la puerta a acuerdos que beneficien a ambas partes.
La historia reciente del sindicato revela una relación compleja con la compañía. La negociación colectiva de 2022 terminó a un paso de la huelga, con un 99% de apoyo a la paralización, pero se evitó el conflicto gracias a un acuerdo de último minuto. Este antecedente pone en evidencia la fragilidad de las relaciones laborales en un sector estratégico y altamente especializado.
Desde una perspectiva política y social, el caso refleja un fenómeno más amplio: la tensión entre la recuperación económica postpandemia y las demandas laborales por justicia salarial y condiciones dignas. Algunos sectores de la izquierda ven en esta negociación una oportunidad para fortalecer los derechos de los trabajadores y cuestionar las políticas empresariales que priorizan ganancias sobre bienestar. Por otro lado, voces empresariales y liberales advierten sobre los riesgos de presionar demasiado las estructuras de costos en un mercado global competitivo.
Regiones con fuerte presencia aeronáutica, como Santiago y Antofagasta, observan con atención el desenlace, conscientes de que un conflicto podría afectar la conectividad y la economía local. Mientras tanto, pilotos y trabajadores del sector aéreo mantienen una postura firme, conscientes de que esta negociación es un termómetro de la salud laboral en la industria chilena.
En conclusión, esta negociación colectiva no es sólo un reclamo salarial; es un reflejo de las tensiones no resueltas entre capital y trabajo en un Chile que busca consolidar su recuperación económica sin dejar atrás las demandas sociales. El plazo para cerrar el acuerdo vence el 31 de octubre de 2025, y el desenlace marcará un precedente para futuras relaciones laborales en un sector clave para la conectividad y el desarrollo nacional. La verdad evidente es que, mientras Latam avanza en cifras, sus pilotos reclaman un reconocimiento que, hasta ahora, no se ha traducido en sus bolsillos.