En un escenario electoral que parecía consolidado, el primer debate televisado del 2025, realizado a mediados de septiembre, desencadenó un vuelco inesperado en las preferencias ciudadanas. Evelyn Matthei, candidata de Chile Vamos, fue la única postulante que experimentó una caída significativa, perdiendo cuatro puntos porcentuales en la encuesta Agenda Criteria, mientras Jeannette Jara (Unidad por Chile) y José Antonio Kast (Partido Republicano) mantuvieron su apoyo estable.
Este fenómeno no solo alteró la percepción pública sobre la fortaleza de Matthei, sino que puso en evidencia las tensiones internas y desafíos de su campaña. Desde una óptica política, el desplome se atribuye a varios factores: la falta de resonancia de sus propuestas durante el debate, la percepción de incoherencias en su discurso y la consolidación de Jara y Kast como los principales contendores.
Desde la derecha, voces afines a Chile Vamos reconocen el golpe como un llamado de atención, pero defienden que aún queda terreno para la recuperación, apelando a la experiencia y estructura partidaria. En contraste, sectores progresistas y de centro ven en esta caída un indicio claro del agotamiento del modelo conservador tradicional y un posible giro hacia alternativas más renovadas.
En regiones, el impacto fue particularmente notorio en el Gran Santiago y zonas urbanas, donde el debate tuvo mayor audiencia y repercusión mediática. Sin embargo, en sectores rurales y del sur profundo, Matthei mantiene un respaldo más sólido, lo que evidencia una fractura territorial en la base electoral.
Ciudadanos entrevistados expresaron sentimientos encontrados: mientras algunos valoran la claridad y firmeza de Jara y Kast, otros lamentan la volatilidad de las candidaturas y la falta de propuestas concretas que conecten con sus realidades.
La encuesta Criteria posicionó a Jara en primer lugar con un 29% de apoyo, Kast en segundo con un 27%, y Matthei descendiendo a un 13%. Los otros candidatos, aunque con porcentajes menores, mostraron leves movimientos que podrían influir en el escenario final.
Este episodio confirma que el debate presidencial no solo es un espacio de confrontación retórica, sino un termómetro de la opinión pública que puede reconfigurar las estrategias y alianzas políticas. La caída de Matthei obliga a reflexionar sobre la dinámica de las campañas chilenas, donde la imagen y el manejo del discurso en vivo cobran una relevancia creciente.
En definitiva, la lección es clara: los liderazgos políticos están cada vez más expuestos a la evaluación pública en tiempo real, y la capacidad de adaptación será clave para sobrevivir en la arena electoral. Queda por ver si Matthei logra recomponerse o si este desplome marca un punto de inflexión irreversible en la contienda presidencial.