León XIV y la calma tras la tormenta: Un papado sin estridencias en tiempos convulsos

León XIV y la calma tras la tormenta: Un papado sin estridencias en tiempos convulsos
Internacional
Europa
2025-11-16
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- Seis meses de pontificado sobrio y cauteloso

- Un giro hacia la tradición sin rupturas abruptas

- Divisiones internas y expectativas encontradas como telón de fondo

Un estilo pausado en un escenario agitado

El 8 de mayo de 2025, Robert Prevost fue elegido como el Papa León XIV, el primer pontífice estadounidense en la historia de la Iglesia Católica. Desde entonces, su liderazgo se ha caracterizado por una marcada mesura y un estilo sobrio, muy alejado de la impronta disruptiva que marcó el papado de su antecesor, Jorge Mario Bergoglio.

“León XIV busca proceder gradualmente, sin quiebres (...) desilusionando quizá a quienes esperaban movimientos rápidos y más resueltos,” señala el vaticanista italiano Sandro Magister, reflejando un consenso extendido entre expertos en Roma.

Pese a la ausencia de grandes controversias o gestos dramáticos, la calma que irradia el pontífice no debe confundirse con inacción. Su primera exhortación apostólica, Dilexi te, retoma temas centrales como la pobreza y las inequidades, continuidad que conecta con el legado de Francisco pero con un sello propio.

Tradición y reconciliación: un giro estratégico

El Papa ha restablecido prácticas tradicionales, como el uso de la muceta y la reapertura de Castel Gandolfo, símbolos de un retorno a la solemnidad y al orden que, según François Euvé, teólogo francés, buscan evitar las fracturas internas que marcaron años anteriores.

Un gesto emblemático fue la autorización para que el cardenal Raymond Burke celebrara una misa tridentina en la Basílica de San Pedro, una señal clara de distensión hacia los sectores tradicionalistas que se habían sentido marginados.

“Con León XIV, se volvió a la tradición de un Papa que conoce los entresijos del Vaticano y que se preocupa desde el principio por no crear un cisma,” comenta el experto Giovanni Maria Vian.

Perspectivas encontradas: entre la normalidad y la invisibilidad

Mientras algunos medios y analistas hablan de un “Papa invisible” por su bajo perfil público y la ausencia de declaraciones espontáneas, otros destacan su habilidad estratégica para avanzar sin generar rupturas.

“Hablar de Papa invisible es una buena definición, aunque yo diría mejor que es un Papa normal,” precisa Vian, subrayando que Prevost prefiere la colegialidad y la prudencia sobre el protagonismo individual.

Esta visión prudente choca con las expectativas de sectores más progresistas que esperaban un pontificado que continuara con la dinámica de cambios acelerados iniciada por Francisco, especialmente en temas sociales y doctrinales.

El desafío de sanar una Iglesia polarizada

León XIV hereda una Iglesia profundamente dividida, con polarizaciones que se acentuaron en los últimos 12 años. Su apuesta por la reconciliación interna y la búsqueda de consensos recuerda la actuación del Papa Pablo VI durante el Concilio Vaticano II.

A fines de noviembre de 2025, el Papa iniciará su primer viaje internacional a Turquía y Líbano, en un gesto simbólico hacia el diálogo ecuménico y la estabilidad regional.

Además, trabaja en su primera encíclica oficial, que abordará temas contemporáneos como la inteligencia artificial y la doctrina social, apuntando a un papado que, aunque reservado, no es ajeno a los desafíos actuales.

Conclusiones y perspectivas

El papado de León XIV, a seis meses de iniciado, se perfila como un ejercicio de equilibrio entre tradición y modernidad, prudencia y necesidad de cambio. Su estilo metódico y mesurado ha logrado aplacar tensiones internas, pero también ha generado descontento en quienes demandan respuestas más audaces.

“Aún es muy pronto para darle una definición a su pontificado,” advierte la periodista Elisabetta Piqué, recordando que en la historia de la Iglesia los procesos de transformación suelen ser lentos y complejos.

En definitiva, León XIV invita a una reflexión pausada sobre el papel del papado en un mundo fragmentado, donde la calma puede ser tanto un refugio como un desafío para quienes esperan certezas inmediatas. El tiempo dirá si su apuesta por la normalidad es la antesala de una renovación profunda o simplemente una pausa necesaria en la historia de la Iglesia.