Chile frente a la sacudida constante: ¿Estamos realmente preparados para el próximo gran terremoto?

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Actualidad
Conflictos sociales
2025-11-16
Fuentes
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- Serie de sismos recurrentes en las últimas semanas que han encendido las alarmas.

- Debate público y político sobre la preparación y respuesta ante desastres.

- Contrastes en percepciones ciudadanas y expertas sobre la vulnerabilidad del país.

En las últimas semanas, Chile ha experimentado una seguidilla de movimientos sísmicos que, aunque en su mayoría han sido moderados o imperceptibles para la población, han reavivado un viejo temor nacional: el de enfrentar un gran terremoto. Entre el 10 y el 15 de noviembre de 2025, el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile reportó una decena de sismos con magnitudes que fluctuaron entre 3.0 y 5.3, distribuidos desde el norte hasta el centro del país, con profundidades variables. Estos datos no solo evidencian la constante actividad tectónica del país, sino que también ponen en primer plano la necesidad de revisar la preparación ciudadana y estatal ante un eventual desastre mayor.

Perspectivas enfrentadas: entre la calma técnica y la inquietud social

Desde el ámbito científico, expertos como el director del Centro Sismológico Nacional han reiterado que la ocurrencia de estos sismos es parte del comportamiento esperado en una nación ubicada en el límite de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana. “Estos movimientos son vibraciones normales, que nos recuerdan la dinámica del planeta, pero no necesariamente anticipan un gran terremoto inmediato”, señalan en sus informes técnicos.

Sin embargo, la ciudadanía percibe esta realidad con mayor ansiedad. En regiones como Atacama y Coquimbo, donde se registraron algunos de los temblores más intensos, entrevistas recogidas por distintos medios evidencian un sentimiento de vulnerabilidad y preocupación creciente. “Cada vez que tiembla, siento que no estamos preparados, que falta información clara y acción real”, comenta una vecina de La Serena.

En el plano político, el debate se ha polarizado. Mientras algunos sectores del gobierno defienden las políticas de prevención y respuesta implementadas en los últimos años, otros partidos y organizaciones sociales critican la falta de inversión en infraestructura resiliente y en educación ciudadana. “No basta con emitir recomendaciones, es urgente un plan integral que incluya construcción segura, simulacros efectivos y apoyo a las comunidades más vulnerables”, ha declarado un diputado de oposición.

Lecciones del pasado y desafíos actuales

Recordar el devastador terremoto y tsunami de 2010, que dejó cerca de 500 fallecidos y millonarias pérdidas materiales, es inevitable. Desde entonces, Chile ha avanzado en sistemas de alerta temprana y protocolos de evacuación, pero la fragmentación social y la desigualdad territorial dificultan una respuesta homogénea.

El Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) ha difundido recomendaciones claras para actuar durante un sismo, enfatizando la importancia de mantener la calma, buscar espacios seguros y evitar el uso de ascensores. Sin embargo, la efectividad de estas medidas depende de la educación previa y la confianza en las instituciones.

Conclusiones: entre certezas técnicas y desafíos sociales

La constante actividad sísmica en Chile no es noticia nueva, pero la reciente serie de temblores invita a un análisis más profundo. Técnicamente, la ocurrencia de sismos moderados es parte del ciclo natural de la región, sin que ello pueda predecir con precisión un gran evento. Sin embargo, la percepción ciudadana y el debate político reflejan una tensión latente sobre la capacidad real del país para enfrentar un desastre mayor.

La verdad irrefutable es que Chile vive en una zona de alta sismicidad y que la preparación no es un lujo, sino una necesidad permanente. La fragmentación en la respuesta y la disparidad en el acceso a información y recursos constituyen los principales obstáculos para una resiliencia efectiva.

Este escenario demanda no solo mejoras técnicas y estructurales, sino también un diálogo abierto y sostenido entre autoridades, expertos y comunidades. Solo así se podrá transformar el temor en acción colectiva y disminuir la tragedia cuando la tierra vuelva a sacudir con fuerza.