
En septiembre de 2025, cinco agrupaciones —De Pelusa, Inflect, Ruta 68, WalkerDiazz y Hijos de Algo— comenzaron a llamar la atención más allá de los circuitos habituales, marcando un punto de inflexión en la música chilena contemporánea. Desde su irrupción en festivales y plataformas digitales, estas bandas han generado un debate intenso sobre el rumbo y significado de la producción musical local.
El fenómeno no es solo sonoro, sino también sociocultural. Por un lado, sectores juveniles y críticos culturales celebran la diversidad y la autenticidad que estas bandas aportan, destacando que sus letras y sonidos reflejan las inquietudes y tensiones de una generación que busca identidad en un país en plena transformación social y política.
Por otro lado, figuras más conservadoras de la industria y parte del público tradicional cuestionan la calidad y la profundidad artística de estas propuestas, argumentando que la accesibilidad digital ha facilitado la popularidad de proyectos que carecen de la solidez técnica o conceptual de generaciones anteriores.
Desde el punto de vista regional, estas bandas también evidencian un cambio en la centralización cultural. Mientras De Pelusa y Ruta 68 mantienen un fuerte anclaje en Santiago, Inflect y WalkerDiazz representan voces emergentes desde regiones como Valparaíso y Concepción, respectivamente, lo que abre un debate sobre la descentralización y democratización del arte musical en Chile.
Musicalmente, la escena se caracteriza por una fusión de géneros que va desde el indie rock hasta el hip hop y la música electrónica experimental. Cada banda aporta una paleta sonora distinta —De Pelusa con su melancolía urbana, Inflect con ritmos introspectivos, Ruta 68 y su narrativa social, WalkerDiazz con una energía cruda y Hijos de Algo con una propuesta rupturista y contestataria.
Este mosaico sonoro ha generado un diálogo plural que trasciende lo musical para tocar temas como la identidad, la memoria y la crítica social. En palabras de un académico especializado en cultura contemporánea, “estas bandas son la expresión de una juventud que busca ser escuchada en medio de la complejidad política y social que vive Chile”.
Sin embargo, la consolidación de estas nuevas voces no está exenta de desafíos. La saturación del mercado digital, la precariedad económica y la falta de apoyo institucional son obstáculos recurrentes que amenazan la sostenibilidad de estos proyectos.
En definitiva, el surgimiento de De Pelusa, Inflect, Ruta 68, WalkerDiazz y Hijos de Algo no es solo un fenómeno musical, sino un espejo de las transformaciones sociales y culturales que atraviesa Chile. Su impacto, aunque aún en construcción, invita a repensar la escena artística local desde una mirada más inclusiva, crítica y plural.
Las voces enfrentadas —desde la celebración entusiasta hasta la crítica escéptica— revelan que el debate está abierto y que la música sigue siendo un terreno donde se juegan las tensiones y esperanzas de una sociedad en movimiento.