En el escenario cruel y fragmentado del este ucraniano, dos ciudades se han convertido en símbolos antagónicos de la resistencia y la conquista: Kupiansk y Pokrovsk. A 13 de noviembre de 2025, mientras Rusia se acerca a consolidar su control sobre Pokrovsk, Ucrania ha logrado detener e incluso revertir avances en Kupiansk, una ciudad clave en la provincia de Járkov.
En Kupiansk, la batalla se libra con la ventaja de la geografía y el desgaste del invasor. El río Oskil, que bordea la ciudad por el este, se ha convertido en una barrera natural que limita la capacidad rusa para abastecer a sus tropas. Los intentos de Moscú por establecer puentes flotantes son sistemáticamente destruidos por las fuerzas ucranianas, dejando a los soldados rusos con recursos cada vez más escasos. Además, el entorno boscoso permite a las tropas ucranianas realizar maniobras blindadas con mayor seguridad, algo impensado en otros sectores del frente donde los drones enemigos dominan el cielo.
Los refuerzos transferidos en verano y la coordinación entre brigadas han fortalecido la defensa. Sin embargo, la moral de los defensores está deteriorada por la prolongada exposición en primera línea, con soldados sin rotación durante más de 200 días, una situación que contrasta con las rotaciones semanales del primer año de guerra.“Nos faltan soldados y el enemigo quiere una victoria política rápida”, admite Accent, comandante ucraniano en la zona.
Frente a la resistencia en Kupiansk, Pokrovsk parece estar en un camino opuesto. Rusia concentra allí la mayoría de sus tropas y recursos, y la ciudad se encuentra en una situación crítica, con combates calle a calle y un avance ruso que podría culminar pronto en su captura. La geografía menos favorable y la falta de obstáculos naturales complican la defensa ucraniana. Además, el número de bombardeos aéreos rusos diarios en Pokrovsk supera ampliamente a los de Kupiansk, con entre 50 y 100 bombas diarias, según testimonios de soldados ucranianos.
Desde el lado ucraniano, la resistencia en Kupiansk es celebrada como un logro táctico que mantiene abiertas rutas logísticas y evita una plataforma para futuras ofensivas rusas hacia Járkov y Lugansk. Sin embargo, la escasez de efectivos, la presión constante y el desgaste psicológico son una carga que amenaza con minar esta ventaja.
En contraste, la ofensiva rusa en Pokrovsk representa una apuesta política y militar que, de concretarse, reforzaría el control de Moscú en Donbás y podría cambiar el equilibrio en la región.
Para los civiles atrapados en ambos frentes, el sufrimiento es una constante. En Kupiansk, quedan alrededor de 800 civiles que no pueden ser evacuados sin riesgos para sus propios defensores, mientras que en Pokrovsk las condiciones son aún más precarias.
El choque en Kupiansk y Pokrovsk revela que el resultado del conflicto en el este de Ucrania no depende solo de la superioridad numérica o tecnológica, sino de la interacción compleja entre terreno, logística, moral y estrategia. La naturaleza y la coordinación han sido aliadas decisivas para Ucrania en Kupiansk, mientras que la concentración de recursos y la presión aérea rusa apuntan a un desenlace más oscuro en Pokrovsk.
Este contraste invita a reflexionar sobre la naturaleza cambiante de la guerra moderna: no solo un enfrentamiento de armas, sino un duelo de adaptaciones, resistencia y desgaste, donde cada victoria o derrota tiene consecuencias que trascienden el campo de batalla.
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Fuentes: EL PAÍS (Cristian Segura), análisis de campo y testimonios de oficiales ucranianos.