
En la reciente conmemoración del 18 de septiembre, un evento tradicionalmente cargado de simbolismos políticos y sociales, se produjo una división que, aunque sutil en su apariencia, ha desnudado tensiones profundas en el escenario político chileno. Los ocho candidatos presidenciales fueron invitados por el arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, a participar en el Te Deum Ecuménico en la Catedral Metropolitana el 18 de septiembre, una ceremonia que marca el inicio formal del periodo de campaña presidencial. Sin embargo, ninguno de ellos fue invitado a la parada militar en el Parque O'Higgins, a diferencia de las autoridades oficiales, según explicaron desde el Ejército.
Este gesto institucional ha generado un debate que va más allá de la logística o el protocolo. Para varios actores políticos y sociales, la exclusión de los candidatos en la parada militar simboliza una brecha entre la esfera política civil y la militar, que se expresa en la forma en que se reconoce la legitimidad y el protagonismo de quienes aspiran a gobernar el país.
Desde el oficialismo, se ha valorado la invitación al Te Deum como un espacio de respeto y diálogo ecuménico, en el que los candidatos pueden expresar sus compromisos con el país bajo el amparo de valores compartidos. "Es un momento para la reflexión y el encuentro, que esperamos marque un comienzo distinto para esta campaña", señalaron fuentes cercanas a algunos comandos presidenciales.
Por otro lado, sectores vinculados al Ejército y a la defensa de las tradiciones castrenses han defendido la exclusión de los candidatos de la parada militar, argumentando que este evento está reservado para autoridades en ejercicio y que su carácter no debe politizarse. "La parada militar es una ceremonia institucional que reconoce a quienes están en funciones, no a aspirantes políticos", explicaron voceros castrenses.
Esta dualidad de perspectivas refleja una tensión latente en Chile: la relación entre las Fuerzas Armadas y la política civil, que se ha visto marcada por episodios históricos y que hoy vuelve a emerger en el debate público. La exclusión de los candidatos de la parada militar puede interpretarse como un intento de mantener cierta distancia entre el poder militar y la competencia electoral, pero también como una señal de desconfianza o desdén hacia la nueva generación de líderes políticos.
En términos regionales, esta situación ha tenido diferentes lecturas. En la zona centro-norte, donde la presencia militar es más visible y valorada, la postura del Ejército ha sido mayormente respaldada. En contraste, en regiones del sur y en sectores urbanos más críticos, se ha cuestionado la exclusión y se ha pedido mayor apertura y reconocimiento a la pluralidad política.
Para la ciudadanía, la imagen de los candidatos reunidos en la Catedral Metropolitana, pero ausentes en la parada militar, ha generado una sensación ambivalente. Por un lado, se reconoce el valor simbólico del Te Deum como espacio de unidad y reflexión. Por otro, la exclusión en la parada militar se percibe como un reflejo de las barreras que aún persisten en el sistema político y social para integrar a todos los actores en un diálogo común.
A casi dos meses de estos eventos, las consecuencias políticas y sociales comienzan a manifestarse. La exclusión ha sido tema en debates parlamentarios y en análisis de medios, donde se discute la necesidad de revisar los protocolos para futuros actos cívicos y militares, buscando un equilibrio entre tradición y democracia participativa.
En definitiva, este episodio pone en evidencia que la invitación al Te Deum y la exclusión de la parada militar no son hechos aislados, sino expresiones de un Chile que sigue negociando su identidad política y sus símbolos nacionales. La tensión entre el respeto a las instituciones y la inclusión de nuevas voces en el espacio público permanece como un desafío abierto, que invita a la reflexión sobre el rol de las Fuerzas Armadas, la política y la sociedad en la construcción de una democracia más plural y representativa.
2025-11-09