
En los últimos meses, Chile ha visto un movimiento intenso en torno a la salud mental, con anuncios gubernamentales, propuestas electorales, campañas públicas, y debates en sectores educativos y laborales.
El 9 de octubre, el Gobierno lanzó la inédita campaña nacional "Estigmatizar cierra puertas: Abramos la conversación", con la ministra Ximena Aguilera enfatizando que "la gente joven se siente más sola que nunca antes". La iniciativa busca romper el estigma que rodea a la salud mental, promoviendo una sociedad más empática y accesible a la ayuda psicológica, con un foco especial en niños y adolescentes cada vez más expuestos a la desconexión social por el uso excesivo de pantallas. La campaña se apoya en el Fono *4141, que recibe unas 7.000 llamadas mensuales de personas en crisis.
Paralelamente, en la arena política, el candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami presentó un plan para reforzar la salud mental con un aumento del gasto público sanitario del 5,8% al 6,3% del PIB y la incorporación de mil nuevos profesionales. ME-O planteó que la salud mental debe ser pilar de un sistema universal y justo, enfatizando la seriedad y claridad en la franja electoral para abordar esta y otras crisis nacionales. Esta propuesta se enmarca en un debate más amplio sobre la insuficiencia de recursos y la necesidad de un enfoque integral.
En el ámbito educativo, la salud mental universitaria emerge como un desafío institucional. Un informe del CRUCH destaca que hasta el 50% del estudiantado universitario presenta problemas de salud mental, con un 20% sufriendo depresión y un 15% con ideación suicida. Expertas de la Universidad de Concepción llaman a repensar las políticas institucionales para superar el aislamiento social y fomentar comunidades de cuidado, integrando la salud mental a los procesos formativos y la gestión universitaria. Esta realidad se presenta como un complejo fenómeno multidimensional que requiere respuestas interdisciplinarias y coordinadas.
En la comuna de Renca, la municipalidad ha invertido más de 2.000 millones de pesos en salud mental escolar, con el programa "Renca Contigo" atendiendo gratuitamente a 370 niños y adolescentes, en colaboración con la Universidad Johns Hopkins. El alcalde Claudio Castro destacó que la salud mental dejó de ser un tema secundario y que invertir en bienestar infantil previene problemáticas futuras, reflejando un modelo local que supera la media nacional en cobertura. Esta experiencia municipal evidencia que la descentralización y la atención temprana pueden marcar la diferencia.
Por otro lado, la empresa privada también ha puesto el foco en la salud mental. Vanessa Farrugia, gerenta de personas y sostenibilidad en Sigdo Koppers, subrayó que el bienestar emocional es una urgencia transversal que impacta en la seguridad, creatividad y compromiso laboral. Las compañías están impulsando programas de apoyo emocional, gestión del estrés y conciliación vida-trabajo, buscando convertir la salud mental en una ventaja competitiva y un motor de sostenibilidad organizacional. Según encuestas, el 85% de los chilenos ha enfrentado condiciones como insomnio, ansiedad o estrés en el último año.
En el plano cultural, la salud mental también es tema de reflexión y controversia. Un reportaje de octubre analiza cómo la música pop ha incorporado la vulnerabilidad y las enfermedades mentales en sus letras, con artistas que abren sus heridas públicas. Sin embargo, expertos advierten que esta tendencia puede banalizar el tema o convertirlo en una estrategia de marketing, generando discursos perniciosos que trasladan la responsabilidad exclusivamente al individuo, desatendiendo las causas sociales y estructurales.
Además, el sistema sanitario enfrenta retos en la detección de problemáticas como la violencia de género, que impacta directamente en la salud mental. Estudios señalan que aunque el 93% de las mujeres víctimas acude a atención primaria, solo un 5% de los casos se detectan en ese nivel, retrasando intervenciones oportunas. Expertos llaman a implementar protocolos sistemáticos para identificar y atender estas situaciones, especialmente en adolescentes, donde la normalización de la violencia puede suponer retrocesos en derechos y salud.
Las voces en este escenario no son homogéneas: mientras algunos actores políticos apuestan por aumentar recursos y profesionales, expertos en salud pública advierten que la demanda crece más rápido que la oferta, y que sin prevención y articulación intersectorial, el sistema seguirá tensionado. Por su parte, sectores educativos reclaman un enfoque integral que no se limite a la atención clínica, sino que promueva comunidades inclusivas y resilientes. La cultura popular, por su parte, refleja y modela narrativas sobre la salud mental que pueden tanto ayudar a visibilizar como a trivializar el tema.
En suma, Chile enfrenta una crisis de salud mental que se ha vuelto visible y urgente, pero cuyos caminos para abordarla siguen en disputa y desarrollo. La combinación de inversión pública, innovación en políticas locales, compromiso empresarial, educación integral y una cultura más abierta y crítica parece ser la ruta hacia una sociedad que no solo atienda la enfermedad, sino que promueva el bienestar y la dignidad mental de todas las personas.
Queda claro que la salud mental en Chile es un espejo donde se reflejan las tensiones sociales, económicas y culturales del país. El desafío es no solo ampliar recursos, sino también construir un relato que reconozca la complejidad del problema, la diversidad de experiencias y la necesidad de un compromiso colectivo, más allá del individuo o del marketing.
Solo así se podrá transformar la catarsis que genera la crisis actual en una oportunidad real de cambio profundo y sostenible.
2025-10-19