A más de un mes de la final de la Conference League, la amargura de la derrota por 4-1 ante el Chelsea ha comenzado a decantar. Para la hinchada del Real Betis, el sueño de un primer título europeo se esfumó en una noche polaca, pero el tiempo ha permitido que emerja una pregunta más profunda y compleja: ¿fue esa derrota un fracaso o la culminación de la era más exitosa en la historia moderna del club? La figura de Manuel Pellegrini, el "Ingeniero", se encuentra en el centro de este debate, que trasciende un marcador para analizar el valor de un proyecto sostenido frente a la gloria de un solo momento.
El camino a la final fue la crónica de una transformación. Desde su llegada en julio de 2020, Pellegrini tomó un equipo que, según crónicas de la época, "coqueteaba más con el descenso que con los primeros puestos" y lo convirtió en un protagonista constante. Logró cinco clasificaciones europeas consecutivas, un hito inédito para la institución. En el trayecto, rompió récords: se convirtió en el entrenador con más victorias en la historia del club, superando a leyendas como Lorenzo Serra Ferrer, y en el técnico más longevo en ganar un partido en LaLiga.
El clímax de este proceso fue la obtención de la Copa del Rey en 2022, un trofeo que devolvió la alegría a una afición que no celebraba un título mayor en casi dos décadas. Sin embargo, la final europea representaba un escalón superior. El Betis llegó con la ilusión intacta, se adelantó en el marcador y compitió de igual a igual durante 65 minutos. Pero la jerarquía del Chelsea se impuso con una contundencia que dolió no solo por la derrota, sino por la forma. El sueño se convirtió en una goleada que dejó postales de desolación en jugadores e hinchas.
Las consecuencias inmediatas fueron un reflejo de las pasiones del fútbol. Mientras el técnico del Chelsea, Enzo Maresca —exjugador del archirrival Sevilla—, lanzaba un sutil dardo sobre el mayor descanso del Betis, la cuenta oficial del Sevilla FC publicaba una polémica felicitación a su antiguo ídolo, encendiendo las redes y la rivalidad andaluza. La derrota no fue solo un evento deportivo, sino un catalizador de narrativas contrapuestas.
La evaluación del ciclo Pellegrini se bifurca en dos visiones principales:
- La perspectiva del proceso: Para un amplio sector de analistas, dirigentes y aficionados, el legado del chileno es incuestionable. Figuras como Lorenzo Serra Ferrer lo califican como un "técnico de élite" que dotó al equipo de "una estructura clara y definida" y una "estabilidad extraordinaria". Esta visión se sustenta en datos duros: bajo la gestión de Pellegrini, el club no solo ha logrado consistencia deportiva, sino también una salud financiera robusta, ingresando más de 300 millones de dólares entre premios europeos y ventas de jugadores. Desde esta óptica, la final perdida es un hito de crecimiento, no un fracaso.
- La perspectiva del resultado: Para otros, especialmente desde la inmediatez emocional de la derrota, la oportunidad perdida es lo que prevalece. El fútbol, argumentan, se define por los títulos. Haber alcanzado una final europea para perderla de manera tan abultada deja un sabor amargo que opaca los logros previos. Esta visión, aunque minoritaria en el análisis a largo plazo, representa la voz de la exigencia máxima que el propio Pellegrini instaló en el club. Ya no basta con competir; ahora se espera ganar.
Para comprender la magnitud del "efecto Pellegrini" es crucial mirar la historia del Betis. Un club de enorme arraigo popular, pero con una trayectoria marcada por la irregularidad y las crisis institucionales. El "Ingeniero" no solo trajo victorias, sino un método y una mentalidad que cambiaron las expectativas. El debate actual ya no gira en torno a salvar la categoría, sino a cómo dar el salto definitivo para ganar títulos continentales.
Hoy, con contrato vigente hasta 2026, el proyecto de Manuel Pellegrini sigue en pie. La derrota en Polonia, lejos de ser un punto final, ha servido para recalibrar la definición de éxito en el Benito Villamarín. La temporada que viene será clave para determinar si el dolor de la final perdida se convierte en el combustible para una nueva hazaña o si marca el techo de una generación dorada. El legado del Ingeniero, por ahora, reside en esa tensión: haber transformado a un club hasta el punto en que una final europea perdida puede ser, paradójicamente, su mayor símbolo de crecimiento.