
El 11 de septiembre de 2025, Nueva York volvió a detenerse para recordar a las cerca de 3.000 víctimas de los atentados terroristas que hace 24 años destruyeron las Torres Gemelas. En un acto marcado por la solemnidad, pero también por las ausencias y las tensiones políticas, la ciudad revivió el duelo que, lejos de cerrarse, sigue atravesando capas profundas de la sociedad estadounidense y su proyección internacional.
El Memorial 11-S, que hoy es una de las zonas turísticas más emblemáticas de la ciudad, cerró sus puertas al público general para dar paso a una ceremonia restringida a familiares y autoridades. La jornada comenzó a las 08:46 hora local, el momento exacto en que el primer avión impactó la torre norte, y se prolongó con la lectura de los nombres de los fallecidos y varios minutos de silencio.
Entre las ausencias más notorias estuvo la del vicepresidente JD Vance y su esposa, quienes modificaron su agenda para asistir a otro evento tras el asesinato del comentarista conservador Charlie Kirk. Tampoco asistió el presidente Donald Trump, quien sí participó en una ceremonia paralela en el Pentágono, otro de los puntos atacados aquel día. 'La representación institucional estuvo a cargo del director del FBI, la gobernadora del estado y el alcalde de Nueva York, junto a exalcaldes y candidatos a la alcaldía', reportaron desde Cooperativa.cl.
Estas ausencias no son meros detalles protocolarios. Reflejan una creciente politización y fractura en torno a cómo se recuerda y se representa este evento en la esfera pública estadounidense, que se extiende a la política local y nacional.
Para algunos sectores, la conmemoración es un acto sagrado, un espacio para honrar a las víctimas y a quienes arriesgaron sus vidas en las labores de rescate y emergencia. Los cuarteles de bomberos de la ciudad protagonizaron sus propios homenajes, recordando a sus miembros caídos. Sin embargo, la conmemoración también pone en evidencia las tensiones políticas y sociales que persisten, donde la memoria se convierte en escenario de disputas ideológicas y simbólicas.
Candidatos a la alcaldía como Zohran Mamdani y Andrew Cuomo participaron en la ceremonia, mostrando que la política local sigue ligada a este recuerdo, aunque con discursos y enfoques divergentes.
No solo las heridas emocionales siguen abiertas. Miles de personas han fallecido en las últimas décadas por enfermedades relacionadas con la contaminación derivada del derrumbe y los residuos tóxicos. Este aspecto, a menudo relegado, añade una dimensión sanitaria y social al legado del 11-S.
Además, el Memorial y el One World Trade Center, junto al centro comercial Oculus, diseñado por Santiago Calatrava, simbolizan una reconstrucción física y simbólica que convive con la memoria dolorosa.
Veinticuatro años después, el 11-S sigue siendo un evento que no solo marca la historia de Estados Unidos sino que resuena en su política, sociedad y memoria colectiva. La conmemoración en Nueva York revela que, lejos de cerrarse, el duelo se manifiesta en múltiples planos: desde la política institucional y las ausencias que hablan, hasta las voces ciudadanas y las consecuencias sanitarias que perduran.
En este escenario, la memoria no es unívoca ni apacible. Es un campo de batalla donde se enfrentan narrativas, intereses y emociones, y donde el recuerdo de la tragedia sigue siendo un espejo incómodo para la sociedad estadounidense y su proyección global.
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