Tensión diplomática entre Chile y Bolivia: una disputa que trasciende las palabras

Tensión diplomática entre Chile y Bolivia: una disputa que trasciende las palabras
Actualidad
Política
2025-11-16
Fuentes
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- Declaraciones racistas y xenófobas de una diputada chilena contra Bolivia.

- Respuesta enérgica y acción diplomática del gobierno boliviano.

- Debate sobre la frontera entre libertad de expresión y respeto internacional en la política regional.

En septiembre de 2025, un episodio verbal encendió la ya compleja relación entre Chile y Bolivia. La diputada chilena María Luisa Cordero realizó en el Congreso una serie de afirmaciones que calificaron a la población boliviana con términos que muchos catalogaron como racistas y xenófobos. En concreto, vinculó características fisiológicas de los bolivianos con supuestas limitaciones cognitivas derivadas de la altitud de su territorio natal, el altiplano.

Estas declaraciones no solo generaron controversia interna, sino que provocaron una respuesta inmediata y contundente del Presidente boliviano Luis Arce. En sus redes sociales, Arce calificó las palabras de Cordero como una "afrenta al Parlamento, al pueblo chileno y a la ética de la profesión médica", anunciando que se tomarían acciones diplomáticas a través de los canales oficiales.

Este incidente abrió un escenario donde convergen distintas perspectivas, que vale la pena analizar para comprender la complejidad del conflicto:

Desde el gobierno boliviano, la postura fue de defensa férrea de la dignidad nacional y rechazo a lo que calificaron como un ataque infundado y racista. La Cancillería boliviana emitió un comunicado respaldando la iniciativa presidencial y enfatizando la necesidad de mantener la relación bilateral en base al respeto mutuo.

En Chile, el episodio dividió a la opinión pública y a los actores políticos. Algunos sectores de derecha defendieron el derecho a la libertad de expresión de la diputada, aunque sin respaldar sus argumentaciones, mientras que voces del centro y la izquierda criticaron duramente las declaraciones, señalando que dañan la imagen de Chile y complican la diplomacia regional.

A nivel social, organizaciones de derechos humanos y colectivos antirracistas aprovecharon la ocasión para poner en el centro el debate sobre los discursos de odio y la responsabilidad pública de los parlamentarios. En paralelo, hubo llamados a no reducir la compleja relación bilateral a episodios aislados, sino a trabajar en un diálogo con mayor profundidad y respeto.

Históricamente, la relación entre Chile y Bolivia ha estado marcada por la disputa territorial que se remonta a la Guerra del Pacífico (1879-1883), donde Bolivia perdió su salida soberana al mar. Este contexto es fundamental para entender la sensibilidad que genera cualquier declaración que pueda interpretarse como despectiva o provocadora.

En términos diplomáticos, el incidente mostró la fragilidad de los canales de comunicación y la rapidez con que un discurso público puede escalar a un conflicto internacional. Sin embargo, también evidenció la voluntad de ambos países de contener la crisis a través de mecanismos formales, evitando un deterioro mayor.

Tras dos meses de tensión visible y debates públicos, la situación se ha estabilizado, aunque las heridas discursivas persisten. La diputada Cordero mantuvo su postura, mientras que el gobierno chileno ha intentado distanciarse de sus palabras, enfatizando el compromiso con el respeto y la cooperación regional.

En conclusión, este episodio confirma que en las relaciones internacionales, especialmente en contextos con historia conflictiva, las palabras tienen un peso que trasciende la retórica inmediata. La disputa entre Chile y Bolivia no se reduce a un intercambio de acusaciones, sino que refleja desafíos profundos sobre identidad, memoria histórica y construcción de confianza.

El verdadero reto para ambos países es transformar estos momentos de crisis en oportunidades para un diálogo más respetuoso y constructivo, que reconozca las heridas del pasado sin alimentar resentimientos. Mientras tanto, la ciudadanía chilena y boliviana queda como espectadora de un enfrentamiento donde la tragedia ajena se juega en el terreno de las palabras y la diplomacia.