
Un giro inesperado en la contienda presidencial chilena ha puesto a Evelyn Matthei en el centro del debate, no sólo como candidata, sino como posible bisagra entre el centro político y la derecha radical.
Desde septiembre de 2025, cuando Ignacio Walker, exlíder de la Democracia Cristiana, planteó que Matthei podría capitalizar votos si lograba acercarse a José Antonio Kast, la escena electoral comenzó a mostrar fisuras profundas. Walker, en un análisis que ha cobrado relevancia a semanas del balotaje, señaló que la disputa de Matthei no estaba con la ultraderecha, sino en el espacio centrista, apuntando a quienes rechazan un triunfo de Kast pero no se sienten representados por la izquierda.
Las encuestas de octubre confirmaron una tendencia: Matthei redujo la distancia con Kast, situándose a menos de ocho puntos de distancia. Esto activó un escenario donde su candidatura se presenta como un refugio para el electorado moderado y conservador que teme la radicalización del país.
Desde la derecha tradicional, sectores ligados a la UDI han expresado su apoyo a Matthei como una forma de evitar la hegemonía ultraderechista, mientras que en la ultraderecha, Kast y sus seguidores mantienen una postura firme, rechazando cualquier acercamiento que diluya su discurso.
"Evelyn Matthei debe entender que su disputa es por el centro, no por la extrema derecha", afirmó Ignacio Walker, evidenciando la tensión interna en la derecha y la necesidad de posicionarse estratégicamente.
Por otro lado, militantes y votantes de Kast denuncian una traición a los principios conservadores, acusando a Matthei de oportunismo electoral.
En el oficialismo y la izquierda, la aparición de Matthei como una alternativa viable ha generado debates sobre la fragmentación del voto y las posibilidades de triunfo en segunda vuelta.
A dos meses del balotaje, el escenario está marcado por una polarización que no sólo enfrenta a izquierda y derecha, sino que también reconfigura las alianzas dentro del espectro conservador. La disputa entre Matthei y Kast no es sólo electoral, es una batalla por la identidad política y el futuro ideológico del país.
Este proceso ha puesto en evidencia la volatilidad del electorado chileno, la importancia de los liderazgos moderados y la dificultad de contener discursos extremos en contextos de crisis social y económica.
La verdad que emerge es que el centro político, representado por Matthei, juega un papel crucial para evitar la radicalización, pero su éxito depende de la capacidad de articular una propuesta creíble y de conectar con un electorado cansado de polarizaciones.
El desenlace de esta contienda será un test para la democracia chilena, que debe enfrentar no sólo la elección de un presidente, sino la definición del rumbo político para los próximos años.