
En medio de una campaña presidencial que se ha ido caldeando desde septiembre, el debate televisivo del 10 de septiembre de 2025 en Chilevisión se convirtió en un escenario decisivo para José Antonio Kast y Evelyn Matthei, dos líderes que representan distintas corrientes dentro del espectro conservador chileno. A casi dos meses de aquel episodio, las consecuencias y percepciones que dejó aquel encuentro siguen moldeando la dinámica política y electoral.
Kast, líder del Partido Republicano, llegó al debate con un discurso marcado por la crítica a la oposición y un programa social robusto, que prometía medidas urgentes para las demandas ciudadanas. Su estrategia se centró en emplazar directamente a sus rivales, comenzando con la candidata oficialista Jeannette Jara, y extendiendo su cuestionamiento al independiente Eduardo Artés. Su ironía sobre la preparación de algunos candidatos evidenció un tono confrontacional y una apuesta por mostrarse como el único con respuestas claras y listas.
Por su parte, Matthei, exministra y senadora de Chile Vamos, optó por un discurso más conciliador, enfatizando la unidad y la capacidad de su candidatura para convocar a diversos sectores sociales. Desde su comando, se manifestó la intención de no entrar en peleas personales, sino de presentar una alternativa seria y cohesionada que pudiera gobernar en tiempos difíciles.
El choque entre ambos no solo fue un intercambio de ideas, sino también una representación palpable de las tensiones internas en la derecha chilena. Mientras Kast apostaba a un electorado más duro y crítico con el sistema, Matthei buscaba atraer a votantes moderados y aquellos cansados de la polarización.
Desde el punto de vista social, analistas como la politóloga María Elena Lagos señalan que "este debate evidenció la fragmentación del sector conservador, lo que podría debilitar sus opciones en la segunda vuelta". Por otro lado, voces ciudadanas recogidas en regiones como La Araucanía y Valparaíso mostraron una mezcla de esperanza y escepticismo frente a las propuestas, con demandas claras sobre seguridad y empleo.
A la luz de los resultados electorales y las encuestas posteriores, se puede concluir que el debate fue un punto de inflexión que ayudó a consolidar la imagen de Matthei como una candidata capaz de articular una coalición amplia, mientras que Kast mantuvo su base, pero sin lograr expandirse significativamente. La estrategia de confrontación directa tuvo un costo en términos de percepción pública, especialmente en segmentos jóvenes y urbanos.
Además, este episodio puso en evidencia la importancia de los debates como espacios no solo de confrontación, sino de clarificación programática y diálogo político, elementos que la ciudadanía demanda para superar la polarización.
En definitiva, la confrontación entre Kast y Matthei en aquel debate no solo fue un espectáculo político, sino un espejo de las complejidades que enfrenta la derecha chilena en su intento por reconectar con un electorado fragmentado y exigente. La historia que se tejió en ese escenario sigue siendo materia de análisis para entender el presente y futuro político del país.