
En estos días posteriores al último debate presidencial y a la escalada de críticas públicas, la gestión en seguridad del actual gobierno ha quedado bajo el foco de un análisis más detenido y matizado. Entre septiembre y noviembre de 2025, la discusión que parecía un simple intercambio de dardos entre candidatos y autoridades ha madurado hasta revelar un escenario complejo, donde las cifras oficiales, las experiencias territoriales y las narrativas políticas conviven en tensión abierta.
El ministro del Interior, Álvaro Elizalde, ha sostenido con énfasis que “todos los indicadores en materia de seguridad dan cuenta que en Chile han mejorado las cifras”, apuntando especialmente a la reversión de la curva de homicidios y a la baja en ingresos irregulares desde el extranjero. Según sus declaraciones a Tele13 Radio, “si uno excluye el año de la pandemia, todos los años los homicidios iban al alza. Nosotros logramos revertir la curva y vamos a la baja”. Además, destacó un aumento presupuestario sostenido en seguridad, contrastando con la reducción que habría ocurrido en la administración anterior.
Desde este enfoque, la gestión se presenta como un esfuerzo de estabilización en un contexto inicialmente caótico, marcado por un deterioro institucional y un déficit de recursos materiales y humanos en las policías. La renovación de vehículos policiales y un presupuesto que, de aprobarse, crecería un 16,7% en cuatro años, son ejemplos que el Ejecutivo exhibe para sustentar su relato.
Sin embargo, esta narrativa oficial no ha sido aceptada sin reparos. José Antonio Kast y otros candidatos han cuestionado la eficacia real del gobierno, señalando que la percepción ciudadana y la experiencia cotidiana en territorios vulnerables no reflejan esas mejoras. La ministra vocera Camila Vallejo reconoció que “lo que nos tocó enfrentar no se lo deseamos a ningún otro gobierno”, un reconocimiento implícito a la gravedad del escenario heredado, pero que no disuelve las críticas sobre la gestión actual.
A nivel local, alcaldes oficialistas de comunas como Cerro Navia, La Cisterna y Quilicura entregaron una carta a La Moneda expresando su “profunda preocupación por la grave situación de inseguridad”. Este gesto evidencia que, más allá de las cifras, la vivencia en terreno sigue siendo un desafío que no se resuelve sólo con estadísticas.
La paradoja que emerge es palpable: mientras el gobierno insiste en que se han tomado medidas concretas y que los indicadores mejoran, sectores opositores y actores territoriales denuncian una brecha entre esos datos y la realidad cotidiana. Este desencuentro no sólo refleja una disputa política, sino una tensión profunda sobre cómo se mide y se entiende la seguridad pública en Chile.
Además, el debate ha puesto en evidencia las limitaciones del ciclo noticioso inmediato, donde las críticas y defensas se lanzan como dardos sin tiempo para un análisis más profundo. Ahora, con el paso de los días, se puede observar que las cifras oficiales necesitan ser contextualizadas con percepciones sociales, condiciones institucionales y factores históricos.
La gestión de seguridad del gobierno actual ha logrado estabilizar indicadores clave como homicidios y control migratorio irregular, según fuentes oficiales. Sin embargo, persisten percepciones de inseguridad y demandas territoriales que no se reflejan plenamente en esos números. La tensión entre relato oficial y experiencia ciudadana revela una problemática multidimensional, donde las soluciones requieren más que cifras: necesitan diálogo, recursos y una mirada integral.
El escenario político que se vive en este momento es más que un enfrentamiento electoral; es un desafío para la sociedad chilena en su conjunto, que debe confrontar la complejidad de la seguridad pública sin caer en simplificaciones. La historia de estos meses recientes invita a la reflexión crítica y a la búsqueda de respuestas que trasciendan las narrativas inmediatas.
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Fuentes consultadas: La Tercera, declaraciones de Álvaro Elizalde y Camila Vallejo, cartas de alcaldes oficialistas, análisis de indicadores oficiales y reportes territoriales.