
La muerte en México no es solo un evento biológico, sino un complejo símbolo cultural que ha evolucionado y se ha resignificado a lo largo de milenios. Desde las antiguas civilizaciones mesoamericanas hasta hoy, la forma en que los mexicanos entienden y representan la muerte refleja un choque constante entre tradiciones ancestrales y realidades contemporáneas.
El arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, a sus 84 años, ha dedicado gran parte de su vida a desentrañar estas capas históricas, liderando proyectos emblemáticos como las excavaciones del Templo Mayor en Ciudad de México. En una reciente entrevista, sus reflexiones ofrecen un contrapunto necesario para comprender cómo la muerte sigue siendo una presencia ineludible y conflictiva en la cultura mexicana.
En la cosmovisión prehispánica, la muerte no era un fin absoluto sino un tránsito hacia distintos destinos, determinados por las circunstancias de la muerte misma. Matos Moctezuma recuerda que existían cuatro lugares posibles a los que el alma podía ir, lo que evidencia una visión compleja y ritualizada del más allá. Esta concepción contrasta con la llegada de los conquistadores y la imposición del pensamiento cristiano, que introdujo una moralidad binaria: cielo o infierno.
Esta tensión no se resolvió con la colonia; por el contrario, se mezcló, dando lugar a prácticas sincréticas como el Día de Muertos, que hoy es un emblema cultural mexicano reconocido mundialmente. Sin embargo, el arqueólogo advierte que la representación cultural no debe confundirse con una actitud de desafío o insensibilidad hacia la muerte. “El mexicano le teme a la muerte, como en cualquier otro país. No es que se le rete o se le haga burla”, aclara.
El trabajo de Matos Moctezuma también ha puesto en evidencia cómo la historia puede ser manipulada con fines políticos. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador intentó modificar la fecha de fundación de Tenochtitlan para alinearla simbólicamente con su mandato y la conquista española. Este episodio abrió un debate sobre la construcción de narrativas históricas y la delgada línea entre mito y verdad.
Desde distintas perspectivas políticas, esta disputa refleja la importancia que tiene la historia para la identidad nacional y cómo su uso puede servir para legitimar proyectos políticos o culturales. Para Matos Moctezuma, el desafío está en que los investigadores y la sociedad mantengan una mirada crítica que ponga las cosas en su lugar, evitando la confusión entre hechos y relatos construidos.
México enfrenta hoy una realidad marcada por la violencia extrema, con escenas de asesinatos y mutilaciones que han impactado profundamente la percepción social de la muerte. Las organizaciones criminales dejan cuerpos al borde de las carreteras, generando una presencia cotidiana y brutal de la muerte.
En este contexto, Matos Moctezuma trabaja en un libro que busca analizar no solo los rituales y concepciones prehispánicas, sino también las expresiones artísticas y sociales del México colonial, independiente y actual. Para ello, incorpora la mirada de sociólogos y politólogos, entendiendo que la muerte en la cultura contemporánea está atravesada por factores complejos y multidisciplinarios.
Desde las comunidades indígenas que mantienen prácticas ancestrales hasta sectores urbanos que viven la violencia cotidiana, la relación con la muerte es heterogénea. Por un lado, el respeto y el ritual; por otro, el miedo y la tragedia. Esta disonancia refleja la complejidad de un país que convive con tradiciones milenarias y desafíos modernos.
La muerte en México es un espejo donde se reflejan las contradicciones históricas, culturales y sociales del país. No es un símbolo estático ni un mero objeto de celebración, sino un fenómeno vivo que entreteje el pasado con el presente. La historia demuestra que el uso político del pasado puede distorsionar la verdad, pero también que la cultura popular tiene la capacidad de resignificar y mantener vivas las raíces.
En última instancia, comprender la muerte en México requiere aceptar su complejidad, reconocer el dolor y la violencia que la acompañan, pero también valorar la riqueza de sus expresiones culturales. Así, se abre un espacio para la reflexión profunda y crítica, lejos de la superficialidad y la ansiedad del ciclo noticioso inmediato.
2025-11-03