
El 8 de septiembre de 2025, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, lanzó una última advertencia a Hamas: rendirse o enfrentar la aniquilación total de la Franja de Gaza. El mensaje fue categórico y sin ambages: 'Liberen a los rehenes y entreguen las armas o Gaza será destruida y ustedes serán aniquilados'. Este ultimátum marcó un punto de inflexión en un conflicto que, desde el ataque inicial de Hamas el 7 de octubre de 2023, ha sumido a la región en una crisis humanitaria y militar sin precedentes.
La ofensiva israelí, que según las autoridades gazatíes ha provocado más de 64.500 muertos y 162.000 heridos, se intensificó con la promesa de un "huracán" que sacudiría las torres residenciales, señaladas por Israel como centros de infraestructura terrorista, una acusación que Hamas niega con vehemencia.
Desde la perspectiva israelí, la acción busca desmantelar a un grupo que consideran terrorista y responsable de secuestros y ataques indiscriminados. En contraste, Hamas y sus simpatizantes ven la resistencia como una defensa legítima contra una ocupación prolongada y un bloqueo que ha devastado a Gaza por años.
En medio de esta tensión, la mediación internacional ha intentado abrir espacios para el diálogo. El expresidente estadounidense Donald Trump lanzó también una "última advertencia" a Hamas, proponiendo términos para un alto el fuego, que el grupo palestino acogió con disposición a negociar, siempre que se cumplan condiciones como la retirada completa de Israel de Gaza y la entrada libre de ayuda humanitaria.
Este episodio ha puesto en evidencia la complejidad de un conflicto donde la violencia y la diplomacia se entrelazan de manera inseparable. En Chile y América Latina, la respuesta ha sido diversa: sectores políticos conservadores tienden a respaldar la postura israelí, enfatizando la seguridad y la lucha contra el terrorismo, mientras que organizaciones sociales y movimientos de izquierda llaman a la solidaridad con el pueblo palestino y denuncian las consecuencias humanitarias del bloqueo y bombardeos.
Las voces ciudadanas recogidas en Santiago y Valparaíso reflejan esta división: 'No podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento en Gaza, pero también entendemos la necesidad de seguridad para Israel', comenta un profesor universitario. Otro vecino señala: 'La historia nos muestra que la violencia solo genera más violencia. Es urgente un camino hacia la paz verdadera'.
Tras más de dos años de conflicto abierto, la realidad muestra que ninguna de las partes ha logrado imponer su voluntad absoluta. La destrucción material y humana es inmensa, y la comunidad internacional se enfrenta a un dilema ético y estratégico: cómo equilibrar la legítima defensa con la protección de civiles y la búsqueda de una solución sostenible.
En conclusión, el ultimátum israelí y la respuesta de Hamas han dejado en evidencia que el conflicto en Gaza no es un choque de voluntades aislado, sino un entramado de historias, derechos y demandas que requieren comprensión profunda. La verdad que emerge es que la aniquilación no ha ocurrido, pero la amenaza persiste, y la negociación sigue siendo la única vía que podría evitar una tragedia aún mayor. El desafío para la región y el mundo es sostener el diálogo y la presión humanitaria para que, más allá de las palabras bélicas, prevalezca la vida y la posibilidad de reconstrucción.