
En la antesala de las elecciones presidenciales del 16 de noviembre, el tablero político chileno revela una dinámica que va más allá de las cifras inmediatas. La Encuesta Plaza Pública de Cadem, publicada el 7 de septiembre de 2025, muestra a Jeannette Jara, la candidata oficialista, liderando con un 28% de las preferencias, dos puntos por encima de la medición anterior. Sin embargo, esta ventaja no es definitiva ni exenta de tensiones.
José Antonio Kast, representante del Partido Republicano y Social Cristiano, retrocede ligeramente a un 26%, pero conserva un núcleo duro de apoyo que, según análisis políticos, podría ser suficiente para disputar una segunda vuelta. La caída de Kast abre interrogantes sobre la estabilidad del electorado de derecha y los desafíos que enfrenta para ampliar su base.
En este escenario, Evelyn Matthei aparece en tercer lugar con un 16%, aumentando dos puntos porcentuales, consolidándose como un factor que podría redistribuir votos decisivos. Su crecimiento ha sido interpretado de manera diversa: para algunos analistas, representa una recuperación del centro-derecha tradicional; para otros, una fragmentación que podría beneficiar a Jara en un eventual balotaje.
Desde la perspectiva política, la izquierda celebra el liderazgo de Jara como un reflejo de la consolidación de su proyecto, aunque reconocen que el camino hacia la segunda vuelta y la presidencia no está asegurado. Por su parte, sectores conservadores y liberales observan con preocupación la pérdida de terreno de Kast, pero confían en la capacidad de Matthei para sumar apoyos y frenar el avance oficialista.
A nivel regional, las cifras varían notablemente: en el norte, donde la derecha tradicional tiene fuerte arraigo, Kast mantiene mejor desempeño, mientras que en el centro-sur, Jara capitaliza el descontento social y las demandas por justicia social. Matthei, en tanto, encuentra respaldo en zonas urbanas con electores de clase media que buscan estabilidad política.
Voces ciudadanas reflejan esta diversidad de sentimientos. Algunos sectores jóvenes apoyan con entusiasmo a Jara, motivados por su programa social y ambiental. Otros, especialmente adultos mayores y pequeños empresarios, muestran incertidumbre y buscan una opción que garantice orden y crecimiento económico, lo que explica la volatilidad en el voto hacia Matthei.
“El liderazgo de Jara es un síntoma de que la agenda social ha calado hondo, pero la fragmentación del centro-derecha puede ser la clave para definir el resultado final,” comenta un analista político consultado por La Tercera.
Con los datos en mano y la mirada puesta en el futuro inmediato, se puede concluir que el escenario electoral chileno está lejos de ser un pulso cerrado entre dos opciones. La presencia consolidada de tres candidaturas fuertes refleja una sociedad en búsqueda de equilibrio entre cambio y continuidad. La segunda vuelta, aunque aún incierta, será un campo de batalla donde la negociación de votos, las alianzas y la capacidad de movilización definirán el próximo rumbo del país.
Este proceso invita a la ciudadanía a observar más allá de las cifras instantáneas y a comprender las complejidades de un sistema político que se reconfigura. La elección no solo es un momento de decisión, sino un reflejo de tensiones sociales, económicas y culturales que han ido madurando en el último tiempo y que ahora se manifiestan en las urnas.