La memoria en disputa: cómo la defensa de la dictadura reavivó tensiones políticas y sociales en Chile

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Actualidad
Política
2025-11-16
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- Memoria histórica en el centro del debate electoral

- Justificaciones públicas de violaciones a derechos humanos

- Polarización creciente entre sectores políticos y sociales

Un año después de las polémicas declaraciones que sacudieron el debate público sobre la dictadura de Augusto Pinochet, el país sigue enfrentando la fractura que genera la interpretación de su pasado. El 7 de septiembre de 2025, Jeannette Jara, candidata presidencial del oficialismo, criticó duramente a quienes justifican las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el régimen militar, señalando que "sin ninguna vergüenza, se declaran proclives a lo que fue una dictadura civil y militar que tanto dañó a Chile".

Este pronunciamiento no solo reavivó viejas heridas, sino que puso en el centro del escenario electoral y social la disputa por la memoria histórica, un terreno donde convergen y chocan narrativas encontradas.

Un choque frontal de narrativas

Desde el oficialismo, la condena a la dictadura es un pilar ético y político, que se traduce en la defensa irrestricta de los derechos humanos y en la advertencia de que la negación o justificación de esos hechos abre la puerta a la repetición de errores del pasado. "Un país sin memoria puede cometer los mismos errores en el futuro", afirmó Jara durante la tradicional romería al Cementerio General.

Por otro lado, sectores conservadores y republicanos han mantenido posturas que relativizan o justifican aspectos del régimen militar. Declaraciones como las de Evelyn Matthei, quien en julio de 2025 afirmó que "en 1973 y 1974, era bien inevitable que hubiesen muertos", o las de Juan Sutil, encargado estratégico de la campaña republicana, que negó el carácter dictatorial del régimen, evidencian una persistente corriente revisionista.

Impacto político y social

La controversia no se limita a la esfera simbólica. El debate ha tensionado la campaña presidencial y ha incidido en la percepción ciudadana, especialmente en la polarización del electorado. La candidata Jara también criticó al candidato José Antonio Kast por su oposición a la reforma previsional, acusándolo de poner en peligro un acuerdo transversal y de promover un retroceso político.

Desde las regiones, las reacciones varían según el legado histórico y la composición social. En el norte, donde la memoria de la represión es menos visible, algunos sectores tienden a relativizar los hechos, mientras que en el centro y sur, donde las organizaciones de derechos humanos tienen mayor arraigo, la condena es unánime y vigorosa.

Voces ciudadanas y académicas

La sociedad civil ha mostrado un amplio espectro de opiniones. Organizaciones de derechos humanos han insistido en la importancia de mantener viva la memoria para garantizar la no repetición. En contraste, algunos grupos sociales han expresado cansancio frente a la politización del pasado, reclamando un enfoque más orientado al presente y futuro del país.

Académicos consultados por diversas fuentes coinciden en que el debate sobre la dictadura no es solo una cuestión histórica, sino un reflejo de profundas divisiones sociales y políticas que atraviesan a Chile. La memoria, en este sentido, funciona como un espejo donde se reflejan conflictos actuales sobre identidad, justicia y reconciliación.

Constataciones y consecuencias

A casi dos meses del aniversario 53 del golpe de Estado, es claro que la disputa por la memoria histórica sigue siendo un campo de batalla crucial. La defensa o justificación de la dictadura no es solo una cuestión del pasado, sino un signo de las tensiones políticas actuales que afectan la gobernabilidad y el diálogo democrático.

Las verdades establecidas por la justicia y la comunidad internacional sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura son incuestionables. Sin embargo, la persistencia de discursos que relativizan esos hechos revela una disonancia cognitiva que dificulta la construcción de consensos.

Este escenario obliga a los actores políticos y sociales a enfrentar la complejidad del pasado con honestidad y responsabilidad, reconociendo que la memoria no es unívoca ni estática, sino un terreno donde se cruzan heridas, relatos y esperanzas.

En definitiva, la tragedia que vivió Chile durante la dictadura sigue proyectándose en el presente, y su resolución demanda no solo recordar, sino también dialogar y construir puentes que permitan superar las divisiones que aún persisten.