Un escenario de devastación y esperanza rota
A un mes del alto el fuego entre Israel y Hamas, la Franja de Gaza se enfrenta a un panorama de destrucción sin precedentes. Según Unicef, el 97% de las escuelas están dañadas o destruidas, dejando a más de 600.000 niños sin acceso pleno a la educación. La infraestructura sanitaria está colapsada, con el último hospital pediátrico destruido y el 80% de los servicios sanitarios afectados. Más de 44.000 niños han perdido al menos a uno de sus padres, y más de 200.000 están en riesgo de desnutrición severa.
“El nivel de destrucción y sufrimiento no tiene precedentes. Durante el conflicto, 28 niños morían al día”, afirmó Sonia Silva, jefa de Unicef en Gaza, durante una rueda de prensa virtual en octubre pasado.
Las voces de la comunidad internacional y local
Desde la ONU, el subsecretario general para Asuntos Humanitarios, Tom Fletcher, advirtió en septiembre que el tiempo para evitar la extensión de la hambruna en Gaza se estaba agotando. En ese momento, ya se contabilizaban 387 palestinos muertos por causas relacionadas con la desnutrición, incluidos 138 niños.
“La muerte, la destrucción, el hambre y el desplazamiento de civiles palestinos son el resultado de decisiones que desafían el derecho internacional e ignoran a la comunidad internacional”, señaló Fletcher, enfatizando la urgencia de facilitar la entrada de ayuda humanitaria y alcanzar un alto el fuego duradero.
En Gaza, la comunidad local enfrenta esta tragedia con una mezcla de dolor y resiliencia. Silva destacó que, a pesar de las pérdidas y la precariedad, “los gazatíes siguen adelante, buscando alternativas, aunque hayan perdido a un familiar o lo hayan perdido todo”. Sin embargo, también alertó sobre las secuelas psicológicas profundas, especialmente en los niños, quienes viven anclados en un presente marcado por el trauma.
Divergencias y desafíos en la narrativa global
El conflicto y su impacto humanitario han generado interpretaciones encontradas. Algunos sectores políticos internacionales insisten en la necesidad de priorizar la seguridad de Israel frente a Hamas, argumentando que las medidas restrictivas y bloqueos son respuestas a ataques terroristas. Otros, en cambio, denuncian que las acciones militares y bloqueos prolongados constituyen una violación sistemática de derechos humanos y agravan la crisis humanitaria.
En la región latinoamericana, las reacciones han oscilado entre llamados a la paz y condenas a la violencia, con un creciente debate sobre la responsabilidad de actores externos y la urgencia de un enfoque que priorice la protección de civiles.
Consecuencias visibles y lecciones a mediano plazo
La situación en Gaza no es solo una tragedia inmediata, sino un recordatorio de las consecuencias de los conflictos prolongados sin soluciones políticas efectivas. La destrucción de infraestructura educativa y sanitaria, la crisis alimentaria y el trauma psicológico de una generación entera plantean un desafío monumental para la reconstrucción y la reconciliación.
La ayuda internacional, aunque vital, enfrenta obstáculos logísticos y políticos que ralentizan su impacto. La urgencia de establecer corredores humanitarios seguros, garantizar el acceso sin restricciones y fomentar procesos de diálogo se vuelve imperativa para evitar que la crisis se profundice aún más.
En última instancia, la historia de Gaza es una tragedia que interpela a la comunidad global y a cada ciudadano: ¿cómo conjugar seguridad, justicia y derechos humanos en un territorio marcado por décadas de conflicto? La respuesta, aunque esquiva, debe construirse desde la comprensión profunda y el compromiso sostenido, no desde la inmediatez de la noticia, sino desde la reflexión que permita evitar que esta tragedia se repita.
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Fuentes consultadas: Unicef (octubre 2025), Naciones Unidas (septiembre 2025), La Tercera, Cooperativa.cl.