
El 15 de noviembre de 2025, miles de jóvenes mexicanos, agrupados bajo la etiqueta de la "Generación Z", protagonizaron una marcha en Ciudad de México que culminó en violentos enfrentamientos frente al Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo.
La protesta, inicialmente pacífica y con demandas claras —como la renuncia de la presidenta Claudia Sheinbaum y el fin de la impunidad en la violencia causada por el narcotráfico—, derivó en un choque directo entre un grupo de encapuchados, conocido como "bloque negro", y la policía antidisturbios. Más de 20 civiles y 100 policías resultaron heridos, y una veintena de manifestantes fueron detenidos.
Desde la perspectiva de los manifestantes, la movilización representa un grito desesperado ante la persistencia de la violencia y la percepción de un Estado incapaz o poco dispuesto a enfrentar con eficacia al crimen organizado. Exigen, además, la desmilitarización de la seguridad pública y una reforma profunda del Congreso para mejorar la representatividad ciudadana.
“No hay liderazgos visibles, somos una generación que se organiza desde las redes y las calles, pero sin estructuras tradicionales”, explicó un vocero no identificado del movimiento, reflejando la complejidad de un fenómeno social que escapa a la lógica partidista tradicional.
En contraste, el gobierno de Sheinbaum exhibe cifras que apuntan a una reducción significativa de la violencia. Según datos oficiales, los homicidios dolosos en México han caído un 37% en los primeros 13 meses de su mandato, con un récord histórico de bajas en octubre de 2025. Además, se reportan más de 37.000 detenidos por delitos de alto impacto y casi 300 toneladas de droga incautadas.
“La estrategia se basa en inteligencia, investigación y coordinación entre fuerzas de seguridad”, defendió la presidenta, destacando también la consolidación de la Guardia Nacional y el fortalecimiento del Sistema Nacional de Inteligencia e Investigación.
No obstante, este discurso oficial contrasta con episodios como el asesinato del alcalde independiente de Uruapan, Carlos Manzo, ocurrido a comienzos de noviembre durante un evento público. Manzo, conocido por su discurso de mano dura contra el crimen organizado y por haber solicitado apoyo federal para enfrentar la violencia en su municipio, fue abatido en plena plaza pública. Su muerte ha provocado una ola de indignación y cuestionamientos sobre la capacidad del Estado para proteger a sus funcionarios y ciudadanos.
“No quiero ser otro presidente municipal más en la lista de los ejecutados”, había declarado Manzo, quien además denunció la retirada de elementos de la Guardia Nacional de Uruapan, dejándolo vulnerable frente a grupos criminales.
Este trágico episodio pone en evidencia la tensión entre las cifras oficiales y la experiencia cotidiana de la violencia en territorios específicos, especialmente en estados como Michoacán, epicentro de disputas entre cárteles y con una tradición histórica de resistencia social.
El contraste entre la reducción estadística de homicidios y la persistencia de actos violentos visibles alimenta un debate profundo sobre la seguridad en México: ¿es posible confiar en una narrativa oficial que muestra avances mientras se viven tragedias locales que parecen contradecirla?
En este escenario, la Generación Z emerge como un actor político que desafía tanto a la autoridad como a los modelos tradicionales de protesta, articulando demandas de justicia, transparencia y cambio estructural, pero enfrentando la fragmentación y la ausencia de liderazgos claros.
Conclusiones:
- Las cifras oficiales indican una mejora en la seguridad, pero episodios como el asesinato de Carlos Manzo y las protestas violentas muestran que la violencia no ha desaparecido ni se ha resuelto la percepción de impunidad.
- La Generación Z, aunque desorganizada en términos convencionales, representa una fuerza social que cuestiona la legitimidad del gobierno y exige respuestas más contundentes y transformadoras.
- La complejidad del fenómeno obliga a reconocer que la seguridad y la paz social no se logran solo con estadísticas, sino con políticas integrales que atiendan causas profundas y garanticen protección efectiva en todos los niveles.
- La tragedia de Manzo y las protestas recientes son síntomas de un México en tensión, donde la lucha contra el crimen organizado sigue siendo un desafío central para la gobernabilidad y la cohesión social.
Este choque entre narrativa oficial y realidad social invita a una reflexión crítica sobre las estrategias de seguridad y la participación ciudadana en la construcción de un país más seguro y justo.
2025-11-11
2025-11-11