
Chile se encuentra en el epicentro de una contienda presidencial que, más allá de la competencia electoral inmediata, desnuda un profundo enfrentamiento de visiones sobre el futuro del país. El 16 de noviembre de 2025 se realizó la primera vuelta presidencial, que arrojó un escenario fragmentado y sin vencedores absolutos, con la candidata de izquierda Jeannette Jara liderando con un 28,5% de las preferencias, seguida por tres candidatos de derecha que oscilan entre 19,9% y 14,1%. Este resultado refleja una sociedad polarizada, con discursos que no solo compiten por votos, sino que encarnan modelos económicos y sociales antagónicos.
Los postulantes de derecha —Jos e9 Antonio Kast, Evelyn Matthei y Johannes Kaiser— coinciden en un eje central: la reducción del Estado, la austeridad fiscal y un énfasis en la inversión privada como motor de crecimiento. Kast propone un recorte fiscal de 6.000 millones de dólares en 18 meses, aunque sin detallar la fórmula para lograrlo, prometiendo eliminar regulaciones y combatir los llamados "apitutados". Matthei apunta a un ajuste de 8.000 millones en cuatro años, con rebajas tributarias y una meta de crecimiento del 4% que se traduciría en 800.000 empleos formales.
En contraste, Jeannette Jara defiende la expansión de beneficios sociales y la intervención estatal como palancas para la equidad. Su propuesta estrella es un ingreso vital para trabajadores de 750.000 pesos mensuales, junto con regulaciones para limitar cobros en salud, educación y vivienda. Además, impulsa un sistema de Consumo Eléctrico Vital para abaratar las cuentas de luz y mantiene la reforma previsional vigente, prometiendo también un "hipotecazo" para facilitar el acceso a la primera vivienda a jóvenes.
Johannes Kaiser, en tanto, apuesta por una liberalización aún más radical, con rebajas tributarias significativas y un Estado minimalista enfocado en fomentar el emprendimiento.
El debate sobre seguridad pública ha sido otro eje de fractura. Los candidatos de derecha promueven un endurecimiento penal y una militarización creciente. Kast presentó el "Plan Implacable" para combatir el crimen organizado con cárceles de máxima seguridad, fin de narcofunerales y una fuerza de tarea especial. Matthei y Kaiser han respaldado medidas similares, incluyendo la creación de policías militares fronterizas y el cierre total de fronteras para frenar la inmigración irregular.
Por su parte, Jara propone una estrategia distinta: fortalecer el control de armas mediante tecnología, levantar el secreto bancario para seguir la ruta del dinero ilícito y utilizar drones e inteligencia artificial para mejorar la vigilancia. Su enfoque enfatiza la seguridad municipal y privada, así como la cooperación comunitaria.
En materia migratoria, las diferencias son igualmente marcadas. Los candidatos de derecha defienden deportaciones masivas y el cierre de fronteras como mecanismos para controlar el flujo migratorio. Kast incluso ha planteado financiar vuelos para expulsar migrantes sin papeles y que estos paguen su propio regreso.
Jara, en cambio, propone un empadronamiento biométrico temporal con un plazo máximo de seis meses, tras el cual quienes no se sometan serán expulsados, pero con énfasis en programas de integración laboral y convivencia intercultural. Matthei y Kaiser también han defendido medidas de expulsión, pero con variaciones en la implementación y el alcance.
Las reacciones ciudadanas reflejan la tensión que atraviesa el país. Sectores populares y trabajadores valoran las propuestas de Jara por su promesa de mejorar la calidad de vida y ampliar derechos sociales, aunque expresan dudas sobre la capacidad del Estado para gestionar eficientemente estos recursos. Por otro lado, sectores medios y altos, así como comunidades afectadas por la delincuencia, ven con esperanza las medidas de mano dura y control, aunque también temen una militarización excesiva y la erosión de derechos civiles.
En regiones, la crisis de seguridad en la Macrozona Sur ha puesto en primer plano las propuestas de endurecimiento, pero también ha generado cuestionamientos sobre el respeto a los derechos de los pueblos originarios y la efectividad de las políticas represivas.
Este proceso electoral no es solo una elección presidencial: es un coliseo donde se enfrentan visiones irreconciliables sobre qué Chile se quiere construir. La izquierda apuesta por un Estado activo, que regule y proteja, mientras que la derecha busca un Estado reducido, con énfasis en la inversión privada y la seguridad reforzada por la mano dura.
Los resultados de la primera vuelta han dejado claro que ninguna visión tiene mayoría absoluta, lo que augura un balotaje polarizado y una sociedad dividida. Las consecuencias de estas propuestas, si se concretan, marcarán la trayectoria económica, social y política del país en los próximos años, afectando desde el acceso a la vivienda hasta la convivencia social y la seguridad pública.
El desafío para Chile será gestionar estas tensiones sin caer en la fragmentación social ni en la erosión de las instituciones democráticas, en un contexto donde el miedo, la esperanza y la desconfianza se entrelazan en el destino colectivo.
2025-11-09