
Un invierno que no da tregua. Desde junio hasta septiembre de 2025, Chile ha experimentado un ciclo meteorológico marcado por la llegada y persistencia de múltiples sistemas frontales, potenciado por la presencia reiterada de ríos atmosféricos que han aportado humedad y energía a las precipitaciones. Entre junio y septiembre, regiones como Biobío, La Araucanía, Los Ríos, Los Lagos y Aysén han registrado acumulados de lluvia que en algunos sectores superan los 100 mm, con vientos que alcanzaron rachas de hasta 90 km/h y nevadas en la cordillera precordillerana y austral. Este fenómeno ha generado un escenario complejo, con impactos que van desde la interrupción de rutas y suspensión de clases hasta desafíos para la gestión urbana y rural.
El invierno meteorológico comenzó el 1 de junio bajo un signo de inestabilidad, con un sistema frontal que dejó precipitaciones intensas y vientos fuertes en el sur y centro-sur del país. El 19 de junio, un río atmosférico de categoría 1 —según datos del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA)— aportó humedad extra, intensificando las lluvias en cinco regiones del país. Este sistema avanzó de sur a norte, dejando nevadas en la cordillera y chubascos en sectores precordilleranos del centro.
Durante julio y agosto, se sucedieron otros tres sistemas frontales que mantuvieron la inestabilidad, con lluvias persistentes en la Patagonia y el centro-sur, y episodios de viento fuerte en zonas costeras y cordilleranas. En la Región Metropolitana, se registraron lluvias moderadas a fuertes, acompañadas de vientos de hasta 70 km/h, especialmente en la precordillera. La llegada de estos frentes fue anticipada por alertas y avisos de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) y Senapred, que activaron planes preventivos para mitigar sus efectos.
Desde la mirada institucional, la DMC y Senapred han destacado la necesidad de un monitoreo riguroso y coordinación intersectorial para enfrentar estos episodios. “La declaración de alertas tempranas preventivas ha permitido reforzar la vigilancia y la respuesta ante situaciones de emergencia”, señaló Alejandro Solar, director regional de Senapred Aysén.
Sin embargo, las comunidades y actores locales han manifestado preocupaciones por la repetición de cortes de rutas, especialmente en zonas rurales, y el impacto en actividades económicas como la agricultura y el turismo. En Atacama y el centro-sur, la suspensión de clases y la afectación a la conectividad evidencian la vulnerabilidad de la infraestructura ante eventos climáticos extremos.
En Santiago, expertos como Jaime Leyton de Megatiempo advirtieron sobre la intensidad y sincronización de las lluvias con las horas punta, lo que generó congestión y dificultades urbanas. “Es absolutamente necesario el paraguas, porque durante la tarde habrá mucha agua en las calles”, comentó en agosto, anticipando el impacto en la movilidad.
Mientras sectores técnicos y de gestión enfatizan la necesidad de adaptación y resiliencia, algunos grupos sociales han cuestionado la preparación estatal y la inversión en infraestructura adecuada para enfrentar estos fenómenos, que en el contexto del cambio climático se proyectan como más frecuentes e intensos.
En paralelo, la cobertura mediática tradicional ha tendido a enfatizar la urgencia y el impacto inmediato, generando en ocasiones una percepción de crisis constante. La revisión con distancia temporal permite comprender que estos eventos forman parte de un patrón climático complejo, con causas y consecuencias que trascienden episodios aislados.
- La temporada invernal 2025 ha sido una de las más activas en años recientes, con múltiples sistemas frontales consecutivos y la presencia de ríos atmosféricos que han potenciado las lluvias.
- Las regiones del centro-sur y sur han sido las más afectadas, con impactos visibles en infraestructura, educación y movilidad.
- La coordinación entre organismos meteorológicos, de emergencia y comunidades ha sido clave para mitigar riesgos, aunque persisten desafíos estructurales.
- Este escenario confirma la necesidad de políticas públicas integrales que consideren la variabilidad climática y la creciente frecuencia de eventos extremos, en un contexto de cambio climático.
En definitiva, el invierno 2025 en Chile no solo dejó lluvias y vientos, sino también una invitación a repensar la relación entre sociedad, territorio y clima. La experiencia acumulada debe ser un insumo para fortalecer la preparación y la capacidad de respuesta, pero también para promover una cultura de gestión del riesgo más consciente y sostenible.