
El retorno de Marcelo Bielsa a Chile el pasado 9 de septiembre de 2025, tras casi dos décadas, no fue un simple partido de fútbol. El técnico argentino, ahora al mando de Uruguay, pisó el Estadio Nacional para enfrentar a la Roja en la última fecha de las Eliminatorias rumbo a Estados Unidos, México y Canadá 2026. Más allá del empate 0-0, el episodio se convirtió en un escenario de catarsis colectiva para un país que aún debate la huella imborrable y las heridas abiertas que dejó su paso por la Selección chilena.
Bielsa dirigió a Chile entre 2007 y 2011, período en que la Roja alcanzó un sitial de respeto internacional, clasificando a Sudáfrica 2010 tras 12 años de ausencia y logrando un rendimiento del 61,1% en Eliminatorias. "Chile fue una generación muy buena de jugadores... con una muy buena sinergia interna", recordó el propio Bielsa en su reciente conferencia, destacando figuras como Vidal, Alexis Sánchez y Bravo. Para muchos, Bielsa fue el padre de la llamada "Generación Dorada" y un revolucionario del fútbol nacional.
Sin embargo, ese legado no estuvo exento de tensiones. Intentos fallidos por su regreso han sido constantes, con la ANFP proponiéndole volver en 2016 y 2022, siempre con un rotundo "no" como respuesta. Su negativa a volver, expresada incluso en una carta formal, dejó a la dirigencia y a los hinchas en una espera inconclusa, alimentando la leyenda y la frustración a partes iguales.
La figura de Bielsa genera opiniones encontradas en Chile. Por un lado, exjugadores como Jean Beausejour reconocen el impacto positivo de sus métodos: "Me ayudó a conocer el juego desde lo táctico y mental... Si no hubiese tenido a Bielsa, probablemente no hubiese llegado a Europa". Incluso Arturo Vidal, quien fue crítico en el pasado, ha valorado su aporte a la formación de varios futbolistas.
Por otro lado, la relación con algunos jugadores fue tensa, y su estilo exigente y radical no siempre fue bien recibido. La autocrítica del propio Bielsa sobre su salida, "Me hubiera encantado seguir en ese proyecto cuatro años más, pero las cosas no se dieron", refleja una mezcla de nostalgia y desencanto. Dirigentes como Harold Mayne-Nicholls, artífice de su llegada, recuerdan la dificultad de convencerlo y su carácter intransigente.
El regreso al Estadio Nacional fue emotivo. Decenas de pancartas y cánticos de la Marea Roja saludaron al entrenador, quien respondió con un gesto sobrio y agradecido. Este estadio, donde Bielsa construyó gran parte de su leyenda, se convirtió en el epicentro de una reconciliación simbólica entre un hombre y un país que nunca lo olvidó. Sin embargo, el contexto deportivo no ayudó: la Roja estaba eliminada, y el empate reflejó la frustración acumulada.
El paso de Bielsa por Chile dejó una impronta indeleble en el fútbol nacional: un estilo de juego intenso, una mentalidad profesional y un compromiso con la formación de jugadores jóvenes que aún influye en la actualidad. Pero también evidenció las complejidades de las relaciones humanas y políticas en el deporte, donde el cariño popular no siempre se traduce en acuerdos institucionales.
Chile enfrenta hoy el desafío de construir sobre ese legado sin depender de la figura de un solo hombre. Como señala su asistente chileno en Uruguay, Diego Reyes, el aprendizaje es continuo y el fútbol, como la vida, requiere adaptarse y evolucionar.
En definitiva, el regreso de Bielsa fue más que un partido: fue el capítulo abierto de una historia que mezcla gloria, desencuentros y la esperanza de un futuro donde el fútbol chileno encuentre su propio camino, con la memoria viva de aquel entrenador que cambió para siempre la manera de entender el juego en Chile.