
Un tablero electoral en movimiento. Desde septiembre pasado, la contienda presidencial chilena ha mostrado una dinámica que va más allá de las cifras inmediatas. Evelyn Matthei, candidata de Chile Vamos, aumentó cuatro puntos porcentuales en las encuestas, alcanzando un 18% de apoyo, mientras José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, descendió un punto, quedando en un 27%. Aunque Kast mantiene la delantera, la tendencia invita a un análisis profundo sobre las implicancias políticas y sociales de este movimiento.
“Se trata de una campaña que va de menos a más”, afirmó el exsenador Felipe Harboe en entrevista con La Tercera, destacando que Matthei ha logrado un “giro en el mensaje y en la convocatoria”. Desde un discurso inicialmente más polarizado, la candidata ha optado por abandonar la confrontación directa para presentar una propuesta más moderada y orientada a la gobernabilidad, buscando seducir a los votantes de centro y aquellos desencantados con la fragmentación política.
Este cambio no es menor en un país que ha vivido años de alta conflictividad social y política. La apuesta por la estabilidad y el diálogo puede interpretarse como una respuesta a la fatiga ciudadana frente a la polarización y la incertidumbre.
Por su parte, José Antonio Kast mantiene un apoyo significativo, pero la leve caída en su intención de voto refleja ciertos límites a su estilo y propuesta. Su base electoral, sólida y movilizada, enfrenta ahora el desafío de ampliar su espectro sin perder su identidad, en un contexto donde la ciudadanía reclama soluciones concretas y menos retórica combativa.
Diversos sectores sociales han reaccionado a este reacomodo. Desde la derecha tradicional, se observa preocupación por la pérdida de terreno ante Matthei, vista como una opción más pragmática. En cambio, desde la centroizquierda, algunos analistas interpretan el ascenso de Matthei como una oportunidad para un gobierno menos fragmentado, mientras otros advierten sobre la persistencia de las tensiones estructurales que ninguna candidatura ha logrado resolver hasta ahora.
El escenario electoral chileno se muestra más competitivo y menos predecible que meses atrás. La evolución de las candidaturas refleja no solo cambios en las preferencias, sino también un reajuste de los discursos y estrategias políticas. La carrera presidencial se perfila como un duelo entre un liderazgo que busca consolidar su base y una aspirante que intenta expandir su convocatoria hacia el centro.
Lo que está en juego va más allá de quién gane: es la capacidad de construir un proyecto de país que enfrente la complejidad social con diálogo y gobernabilidad. En este coliseo político, cada movimiento revela las heridas y esperanzas de una sociedad que, tras años de convulsión, busca un rumbo menos turbulento.
Fuentes consultadas: Cooperativa, La Tercera, declaraciones públicas de Felipe Harboe.