América Latina atraviesa un momento de profunda fractura política y social, que ha alcanzado niveles inéditos en las últimas tres décadas. Así lo advirtió Albert Ramdin, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en una entrevista publicada el 16 de noviembre de 2025 por EL PAÍS. En este escenario, el llamado a la unidad y el diálogo se enfrenta a la realidad de gobiernos y líderes que parecen más dispuestos a la confrontación que a la cooperación.
Ramdin afirmó que nunca había visto en sus casi 30 años de carrera diplomática un ambiente tan polarizado y poco dispuesto a la cooperación. Las diferencias entre países se han vuelto más personales y menos diplomáticas, erosionando los espacios tradicionales para el acuerdo. Esto se refleja en la postergación de la Cumbre de las Américas, originalmente prevista para diciembre de 2025 en República Dominicana, cuya suspensión fue justificada por el presidente Luis Abinader debido a la imposibilidad de un diálogo productivo.
Desde una perspectiva política, esta fractura se alimenta de agendas divergentes y de la desconfianza mutua entre gobiernos con visiones opuestas sobre temas clave como la legitimidad de regímenes y la lucha contra el crimen organizado. Por ejemplo, la controversia sobre la situación en Venezuela, donde la oposición ha cuestionado la legitimidad del gobierno tras las elecciones de julio de 2023, sigue siendo un foco de tensión regional.
Uno de los desafíos más complejos que enfrenta la región es la lucha contra las organizaciones criminales transnacionales, especialmente el narcotráfico. Estados Unidos ha desplegado su mayor concentración de buques de guerra en el Caribe, atacando embarcaciones sospechosas de narcotráfico y causando decenas de muertes. Este accionar ha generado críticas que cuestionan la legalidad y el respeto a los derechos humanos.
Ramdin reconoce la necesidad de combatir el crimen organizado con eficacia, pero advierte que hacerlo respetando el debido proceso y los derechos humanos es una batalla desigual. Propone la creación de un nuevo marco legislativo que permita a los gobiernos mayor libertad para enfrentar estas organizaciones, sin abandonar los principios fundamentales de justicia.
Esta postura genera tensiones entre quienes priorizan la seguridad y quienes alertan sobre riesgos de abusos y violaciones a los derechos fundamentales. La complejidad del fenómeno criminal, que opera fuera de cualquier norma, obliga a repensar las estrategias tradicionales.
Desde el ámbito político, algunos gobiernos cuestionan las intenciones de Estados Unidos, acusándolo de utilizar la lucha antidrogas como pretexto para influir en la política interna de países como Venezuela. Ramdin, sin embargo, se mantiene en una posición institucional, enfatizando la necesidad de basar el análisis en declaraciones oficiales y fomentando el diálogo diplomático para resolver las diferencias.
Por otro lado, la sociedad civil y expertos en derechos humanos llaman a no sacrificar libertades fundamentales en nombre de la seguridad, advirtiendo que la erosión de garantías puede profundizar la desconfianza y la inestabilidad.
La postergación de la Cumbre de las Américas simboliza la crisis de confianza y la falta de una agenda común que pueda unir a los países del hemisferio. Ramdin propone esperar a la renovación de liderazgos en países clave para retomar el diálogo con mandatarios que tengan mandatos más estables y puedan implementar acuerdos a largo plazo.
Además, subraya la necesidad de diversificar las fuentes de financiamiento y apoyo a la OEA para evitar la dependencia excesiva de un solo país, en referencia a Estados Unidos, que aporta casi la mitad del presupuesto. Este cambio es esencial para fortalecer la autonomía y la legitimidad de la organización.
En definitiva, la historia reciente de América Latina muestra un panorama fragmentado, donde los intentos por construir puentes se ven obstaculizados por agendas encontradas y desconfianzas profundas. Sin embargo, la invitación a la tolerancia, la paz y la prosperidad que plantea Ramdin apunta a un horizonte donde la convivencia democrática y el desarrollo social puedan prevalecer, si se logra superar la polarización actual.
Este momento crítico exige a los actores regionales repensar sus estrategias y abrir espacios para la negociación y el respeto mutuo, conscientes de que el futuro del hemisferio depende de la capacidad para encontrar puntos en común y resolver las diferencias sin recurrir a la confrontación.
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Fuentes: EL PAÍS, entrevista a Albert Ramdin, 16 de noviembre de 2025.
2025-11-10
2025-11-08