EE.UU. intensifica su guerra contra el narcotráfico en Colombia: un ataque letal que agita la cooperación bilateral

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Internacional
América Latina
2025-11-17
Fuentes
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- Ataque militar estadounidense en aguas colombianas

- Dos muertos y creciente tensión diplomática

- Cooperación antidrogas en jaque entre Bogotá y Washington

El martes 21 de octubre de 2025, un episodio que parecía sacado de un guion bélico volvió a encender las alarmas en la región. El Ejército de Estados Unidos destruyó una lancha sospechosa de narcotráfico en el Pacífico oriental, frente a las costas colombianas, causando la muerte de sus dos ocupantes. La acción marcó el primer ataque de esta naturaleza en el Pacífico por parte de Washington, que hasta entonces había concentrado sus operaciones en el Caribe, y se inscribe en una ofensiva antidrogas que lleva ocho embarcaciones destruidas desde que la administración Trump la puso en marcha en 2024.

"Los narcoterroristas que pretenden traer veneno a nuestras costas no encontrarán refugio en ningún lugar de nuestro hemisferio", afirmó Pete Hegseth, secretario de Guerra estadounidense, quien reiteró la línea dura de su país: no habrá perdón ni refugio para los cárteles. El video difundido por el Pentágono muestra el momento en que un proyectil impacta en la lancha, que estalla en llamas, mientras dos personas a bordo pierden la vida.

Pero el impacto de esta acción no se limita al plano militar. En Bogotá, la reacción fue inmediata y crítica. El presidente colombiano Gustavo Petro calificó el ataque como un "asesinato" y advirtió que la cooperación antidrogas de Colombia con Estados Unidos está condicionada al respeto del derecho internacional y la soberanía nacional. En una serie de mensajes en su cuenta de X, Petro subrayó que bajo su gobierno "Colombia no colabora con asesinatos" y que la alianza bilateral debe basarse en el uso proporcional de la fuerza y en el respeto a los tratados internacionales, principios que forman parte de la Constitución colombiana.

Este incidente ha tensado aún más una relación ya marcada por la desconfianza y las acusaciones cruzadas. Apenas días antes, Trump acusó públicamente a Petro de vínculos con el narcotráfico, lo que el mandatario colombiano calificó de "grosero e ignorante". La escalada tiene también un componente geopolítico, pues la presencia militar estadounidense en la región, especialmente cerca de Venezuela y Colombia, ha sido vista por varios gobiernos latinoamericanos como una forma de injerencia.

Desde el punto de vista regional, la acción estadounidense se interpreta como un intento de reforzar la lucha contra el narcotráfico, que sigue siendo un problema estructural en Colombia, pero también como una demostración de fuerza que puede socavar la soberanía y complicar los procesos diplomáticos. Por su parte, sectores colombianos que apoyan una cooperación más estrecha con EE.UU. ven en el ataque una señal de compromiso para frenar el flujo de drogas hacia Norteamérica.

Este es el octavo ataque conocido por parte de Estados Unidos contra narcolanchas desde 2024, pero el primero en el Pacífico, un giro que amplía el teatro de operaciones y las tensiones asociadas. La ruta marítima en el Pacífico oriental es una vía crucial para el tráfico de estupefacientes que conecta Colombia con mercados internacionales, y el incremento de acciones militares allí refleja la gravedad del problema.

En este escenario, la cooperación antidrogas entre Colombia y Estados Unidos se encuentra en un punto crítico. Mientras Washington apuesta por la presión militar y la destrucción directa de medios de transporte, Bogotá reclama que estas acciones respeten las normas internacionales y no afecten la estabilidad política ni social del país. La polémica abre interrogantes sobre el futuro de una alianza que ha sido clave en la lucha contra el narcotráfico pero que ahora enfrenta desafíos inéditos.

En conclusión, el ataque de EE.UU. a una narcolancha frente a Colombia es más que un episodio aislado: es un síntoma de una relación bilateral compleja, marcada por la tensión entre soberanía y seguridad, y por la necesidad de encontrar un equilibrio en la estrategia antidrogas. Mientras Washington mantiene su línea dura y amplía su presencia militar, Bogotá exige respeto y diálogo, poniendo en jaque la cooperación tradicional. La tragedia de las dos personas muertas en la lancha es el rostro humano de un conflicto que, por ahora, no muestra señales claras de solución.

Esta historia invita a reflexionar sobre los límites de la intervención militar en la lucha contra el narcotráfico y sobre la necesidad de enfoques que consideren tanto la seguridad como la soberanía y los derechos humanos, en una región que sigue siendo escenario de múltiples tensiones geopolíticas y sociales.

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Fuentes consultadas: BioBioChile, Cooperativa.cl, The New York Times.