
En un escenario cargado de historia y expectativas, el Estadio Nacional de Santiago fue testigo el 19 de octubre de 2025 del enfrentamiento decisivo entre Argentina y Marruecos por la corona del Mundial Sub 20. Más allá del resultado, que consagró a Argentina con un apretado marcador, este duelo representó un choque profundo entre dos visiones del fútbol juvenil y, por extensión, de las realidades sociales que los rodean.
Argentina, con un historial de seis títulos en esta categoría, llegó a la final tras superar a Colombia por la mínima en semifinales. Su estilo clásico, basado en la técnica depurada y un ataque organizado, fue liderado por Alejo Sarco, figura emergente que ya milita en el Bayer Leverkusen. Por otro lado, Marruecos sorprendió al mundo al imponerse en penales a Francia, mostrando un fútbol de resistencia, velocidad y gran espíritu colectivo. El conjunto africano buscaba convertirse en la segunda selección del continente en levantar este trofeo, tras Ghana.
Desde la mirada argentina, la final fue una reafirmación de su tradición futbolística y una oportunidad para proyectar a nuevos talentos en un contexto donde el fútbol local atraviesa una crisis profunda. “Este equipo no solo juega por un título, sino por la esperanza de una generación que quiere volver a creer”, dijo un analista deportivo de Buenos Aires.
En Marruecos, la final fue vista como un símbolo de avance y reconocimiento para el fútbol africano, que a menudo se enfrenta a prejuicios y falta de apoyo institucional. “Este equipo demuestra que el talento no conoce fronteras ni recursos; es la voz de un continente que reclama su lugar en el mapa mundial”, afirmó un periodista marroquí especializado en deportes.
Chile, como país anfitrión, vivió el torneo con una mezcla de entusiasmo y autocrítica. La eliminación temprana de su selección nacional dejó un sabor amargo, pero la masiva asistencia a los partidos –más de 260.000 personas en fase grupal– reveló un público ávido de espectáculo y de nuevas narrativas deportivas. “Este Mundial nos mostró que podemos ser escenario de grandes eventos, pero también nos obliga a repensar nuestro modelo de desarrollo futbolístico”, comentó una académica de la Universidad de Chile.
La final entre Argentina y Marruecos dejó varias certezas: primero, que el fútbol juvenil sigue siendo un laboratorio de innovación táctica y social, donde emergen no solo futuros profesionales sino también discursos sobre identidad y pertenencia. Segundo, que la globalización del deporte permite que selecciones menos tradicionales puedan desafiar el status quo, generando una disonancia constructiva que enriquece el espectáculo y el debate.
Finalmente, el torneo en Chile sirvió para evidenciar los contrastes y desafíos de la región en materia deportiva, social y cultural, invitando a sus actores a mirar más allá de la inmediatez y a construir proyectos con visión de largo plazo.
En suma, esta final fue un coliseo moderno donde se enfrentaron no solo dos equipos, sino dos mundos que, a través del balón, buscan su lugar en la historia.