
El domingo 16 de noviembre de 2025, Chile vivió una jornada electoral que no solo definió quiénes pasarían a la segunda vuelta presidencial, sino que también puso en escena la compleja trama política que ha ido madurando durante este año. Jeannette Jara, exministra del Trabajo y militante comunista, obtuvo un respaldo cercano al 28%, en empate técnico con la aprobación histórica del presidente Gabriel Boric, y se posicionó como la principal figura de la izquierda. Sin embargo, su camino a La Moneda está lejos de ser llano. Se enfrentará en diciembre a José Antonio Kast, líder de la derecha radical, en un balotaje que promete ser uno de los más polarizados de la historia reciente del país.
Jara no es una candidata cualquiera. Su origen en la población El Cortijo, en Conchalí, y su trayectoria que la llevó desde la militancia comunista a la cartera de Trabajo del Gobierno de Boric, han construido un relato de cercanía con las clases populares y los trabajadores. “No vengo de la élite, sino de un Chile que se levanta temprano para trabajar”, afirmó en su cierre de campaña, sintetizando un discurso que ha calado en un electorado cansado de las élites políticas tradicionales.
Pero la militancia comunista de Jara también es un peso que arrastra. La historia del PC chileno, con su pasado marxista-leninista y episodios controvertidos incluso posteriores a la dictadura de Pinochet, genera recelos en sectores de la centroizquierda y el electorado moderado. Figuras como el exministro Mario Marcel han expresado su apoyo con reservas, mientras que voces como el exasesor de Ricardo Lagos, Ernesto Ottone, han cuestionado la compatibilidad entre comunismo y democracia.
Este 2025, el sistema político chileno se ha enfrentado a una inédita fragmentación. Por primera vez desde el retorno a la democracia, la izquierda compite frente a tres derechas: la radical de Kast, la libertaria de Johannes Kaiser y la tradicional encabezada por Evelyn Matthei. Además, la inscripción automática y el voto obligatorio han incorporado a cerca de cinco millones de nuevos electores, aumentando la incertidumbre.
Jara ha logrado articular un bloque de nueve partidos, incluyendo la Democracia Cristiana, que la respalda, pero la unidad real está en construcción y su militancia comunista sigue siendo un obstáculo para ampliar su base hacia la centroizquierda moderada. Su promesa de dejar la militancia en caso de ser electa busca aliviar esas tensiones.
En su discurso, Jara ha puesto especial énfasis en la seguridad ciudadana, un tema que también ha sido bandera de sus rivales. “Chile quiere seguridad y quiere vivir tranquilo”, ha repetido, proponiendo una combinación de presencia policial, coordinación con municipios y un enfoque preventivo que incluye cultura y deporte en barrios vulnerables.
En lo económico, su propuesta de un Ingreso Vital de 750.000 pesos para hogares trabajadores, junto a medidas para aliviar la cuenta eléctrica y mejorar la salud pública, busca responder a la preocupación principal del electorado: cómo llegar a fin de mes en un contexto de inflación y desigualdad persistente.
El balotaje que se avecina es mucho más que una elección entre dos candidatos. Es un choque entre visiones muy distintas de país. Por un lado, la continuidad de un gobierno que ha impulsado reformas laborales y sociales, aunque con críticas por la percepción de inseguridad y desaceleración económica. Por otro, una derecha radical que apela a un orden público estricto y un modelo económico más liberal.
“Jara es Boric y Boric es Jara. Nada de lo que diga o haga podrá cambiar eso. Es la continuadora de un Gobierno fracasado”, lanzó Kast durante el cierre de campaña, mientras Jara, desde Maipú, replicaba: “Chile no se cae a pedazos; es un gran país”.
Tras analizar múltiples fuentes y perspectivas, es evidente que la candidatura de Jeannette Jara representa un punto de inflexión en la política chilena: por primera vez en más de tres décadas, un militante comunista con un fuerte arraigo popular disputa con serias opciones la presidencia. Su éxito refleja tanto la crisis de liderazgos tradicionales en la izquierda como la demanda social por respuestas concretas en seguridad y bienestar.
Sin embargo, su futuro gobierno dependerá de su capacidad para tender puentes hacia el centro y moderar las tensiones internas de su coalición, especialmente con un PC que sigue generando inquietudes.
La segunda vuelta del 14 de diciembre será, sin duda, un escenario donde se jugarán no solo las preferencias electorales, sino también la definición del modelo de país que Chile quiere adoptar en los próximos años. Para los ciudadanos, el desafío será comprender las complejidades detrás de los discursos y decisiones, más allá de la polarización inmediata.
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Fuentes: EL PAÍS Chile, La Tercera, Encuestas CEP y Pulso Ciudadano, declaraciones públicas de Jeannette Jara y José Antonio Kast.