Chile y su sismicidad persistente: ¿Estamos más preparados o atrapados en un ciclo de alerta constante?

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Actualidad
Conflictos sociales
2025-11-17
Fuentes
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- Sismos frecuentes en zonas tradicionalmente activas, con magnitudes que recuerdan tragedias pasadas.

- Debate político y social sobre la efectividad de las medidas preventivas y la respuesta estatal.

- Tensiones regionales y ciudadanas entre quienes exigen mayor inversión en infraestructura y quienes denuncian abandono y desigualdad.

Entre el 3 de septiembre y la fecha actual, Chile ha vivido un aumento sostenido en la frecuencia de sismos de mediana intensidad, especialmente en el norte del país, donde la interacción de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana ha generado movimientos que, aunque en su mayoría imperceptibles para la población, mantienen en alerta a expertos y ciudadanos.El 3 de septiembre de 2025 se registró un sismo de magnitud 4.0 a 26 km al noreste de Camiña, a 117 km de profundidad, un evento que no causó daños materiales significativos, pero que reactivó el debate sobre la preparación y respuesta ante eventos sísmicos en Chile.

Desde diversos ángulos, la historia se despliega como un escenario dramático. Por un lado, las autoridades nacionales y el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) han reiterado las recomendaciones para actuar durante un sismo, enfatizando la importancia de la educación ciudadana y la mejora continua en los protocolos de emergencia. Sin embargo, voces críticas, tanto de expertos en geología como de organizaciones sociales, cuestionan la suficiencia de estas medidas.

“Las recomendaciones son necesarias, pero no suficientes. La realidad es que muchas comunidades, especialmente en el norte y sur profundo, siguen sin acceso a infraestructura segura ni a simulacros efectivos”, señala la geóloga María Paz Rojas, investigadora de la Universidad de Chile.

En el plano político, la discusión se ha polarizado. Desde sectores oficialistas se defiende la gestión y se destacan avances en sistemas de alerta temprana y modernización de redes sismológicas. En contraste, la oposición y organizaciones sociales denuncian una respuesta fragmentada y falta de inversión adecuada, especialmente en zonas rurales y pueblos originarios, donde la vulnerabilidad es mayor.

Regionalmente, la tensión se siente con fuerza. Habitantes de localidades como Camiña y alrededores expresan una mezcla de resignación y exigencia. “Vivimos con el miedo constante, pero también con la sensación de que no somos prioridad para las autoridades”, comenta Juanita Mamani, dirigente comunitaria.

Este escenario pone en evidencia una disonancia cognitiva colectiva: mientras la ciencia y las instituciones alertan sobre la inevitabilidad de futuros sismos de mayor magnitud, la sociedad chilena se debate entre la normalización del riesgo y la demanda urgente de protección y justicia social.

Finalmente, la verdad que emerge tras meses de análisis y múltiples voces es clara: Chile continúa siendo uno de los países más sísmicos del mundo, y aunque ha avanzado en sistemas de monitoreo y prevención, las brechas en infraestructura, educación y equidad social persisten como desafíos cruciales. La catarsis que vive la nación no es solo geológica, sino también política y social, donde el desafío es transformar la historia repetida en un aprendizaje profundo y colectivo.