
En las últimas semanas, México ha quedado atrapado en un complejo escenario de desafíos simultáneos que, lejos de resolverse, han profundizado las tensiones políticas, económicas y sociales en el país.
El veto de Estados Unidos a 13 rutas aéreas que conectaban con el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) ha encendido una nueva controversia. La medida, justificada por Washington como una respuesta a “perturbaciones del mercado y costos adicionales para empresas estadounidenses”, golpea una de las grandes apuestas de infraestructura del actual gobierno. La iniciativa, promovida inicialmente por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, buscaba descongestionar el saturado Aeropuerto Internacional de Ciudad de México, pero hasta ahora ha movilizado solo una fracción de los pasajeros esperados.
Desde la oposición, el senador priista Manuel Añorve ha calificado la obra como un “capricho faraónico” que ha dañado la relación comercial con EE.UU. y afectado la generación de empleo. Mientras tanto, las aerolíneas afectadas han visto caer sus acciones en vísperas de la temporada alta, evidenciando un impacto económico real y tangible.
Simultáneamente, el panorama económico nacional muestra señales preocupantes. El Producto Interno Bruto (PIB) registró una caída del 0,3% en el último trimestre, la primera desde la pandemia, y la carga financiera de la deuda pública alcanzó su nivel más alto en casi una década, consumiendo cerca del 27% de los ingresos tributarios. La oposición ha criticado duramente el manejo gubernamental, advirtiendo que estos recursos podrían haberse destinado a sectores clave como salud, educación e infraestructura.
No obstante, desde la Secretaría de Hacienda se sostiene que la deuda total no ha aumentado y que la economía mexicana mantiene fundamentos sólidos, confiando en un repunte hacia fin de año impulsado por la temporada navideña. Expertos como Gabriella Siller, directora de análisis económico de Banco Base, subrayan que la situación es más compleja: factores internos como la caída del empleo formal y la incertidumbre por reformas judiciales se suman a las presiones externas.
A este cuadro se suma la crisis ambiental y urbana que enfrenta Ciudad de México, una de las metrópolis más grandes del mundo. Estudios recientes de la UNAM revelan que el hundimiento del suelo en la capital alcanza hasta 30 centímetros por año en algunas zonas, fenómeno agravado por la sobreexplotación de acuíferos y la composición lacustre del valle donde se asienta la ciudad. Este proceso ha exacerbado la vulnerabilidad frente a las lluvias intensas de la temporada, que en 2025 superaron récords históricos y causaron inundaciones severas, suspensión de operaciones en el aeropuerto capitalino y daños a infraestructuras críticas.
Especialistas como Darío Solano y Emmanuel Zúñiga advierten que el modelo actual de protección civil y urbanismo está desfasado frente a los nuevos extremos climáticos y geológicos. La combinación de hundimiento acelerado, deficiente drenaje y cambio climático exige una revisión profunda de políticas públicas y una mayor inversión en adaptación y prevención.
Los distintos actores políticos, sociales y técnicos se encuentran en una suerte de coliseo donde se enfrentan visiones y responsabilidades. La oposición utiliza el desgaste económico y las dificultades en infraestructura para cuestionar la gestión gubernamental, mientras el oficialismo apela a la resiliencia económica y la complejidad de factores externos para defender sus decisiones.
En el medio, la ciudadanía observa cómo problemas estructurales y coyunturales convergen, afectando la calidad de vida y la confianza en las instituciones. La crisis del AIFA, la desaceleración económica y el hundimiento de la capital configuran un escenario donde las soluciones requieren no solo medidas inmediatas, sino también una mirada estratégica y plural que integre perspectivas diversas.
Como señala Gabriella Siller, “las cifras aún no muestran una recesión formal, pero el estancamiento prolongado amenaza con socavar los objetivos de desarrollo y equidad del país”.
Por su parte, Darío Solano advierte que “el cambio climático está imponiendo condiciones para las cuales la ciudad no está preparada; adaptarse es imperativo”.
Con estos elementos sobre la mesa, México enfrenta un desgaste múltiple que trasciende lo económico o lo político: es una prueba de la capacidad del país para integrar ciencia, política y sociedad en la búsqueda de un futuro sostenible y justo. La tragedia, por ahora, se despliega ante los ojos de todos, y la pregunta es si habrá voluntad y visión para evitar que se convierta en catástrofe.
2025-11-03