
El domingo 16 de noviembre de 2025 marcó un hito en la política chilena, no solo por la elección de los candidatos presidenciales que pasarían a segunda vuelta, sino por la intensidad y dramatismo que acompañaron a una jornada electoral bajo la sombra del retorno del voto obligatorio, tras años de desgaste democrático y apatía ciudadana. La implementación del voto obligatorio fue la primera vez desde 2012 que se aplicó en un proceso presidencial, movilizando a una masa electoral que en ocasiones anteriores había optado por la abstención.
En este escenario, ocho candidatos protagonizaron una contienda que, lejos de unificar, evidenció las profundas divisiones y el clima de confrontación que atraviesa el país. Desde la derecha republicana hasta la centroizquierda oficialista, cada uno desplegó estrategias y discursos que no solo buscaron captar votos, sino también posicionarse en un tablero político fragmentado y con heridas aún abiertas.
José Antonio Kast (Partido Republicano) y Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario) se mostraron como los abanderados de una derecha que se aferra a la unidad para enfrentar lo que denominan la “continuidad del mal gobierno” actual. Kast enfatizó que la unidad es la fortaleza para derrotar a la izquierda, mientras Kaiser advirtió sobre una supuesta amenaza geopolítica vinculada a la posible llegada del Partido Comunista al Ejecutivo, con control sobre las Fuerzas Armadas y la seguridad.
Por el otro lado, la centroizquierda oficialista con Jeannette Jara (DC) y el independiente Marco Enríquez-Ominami (ME-O) plantearon la necesidad de diálogo y acuerdos para gobernar un país que sufre por la inseguridad, la economía y la desigualdad. Jara, en particular, hizo un llamado a superar el odio y la exacerbación del temor, proponiendo empatía con quienes enfrentan sacrificios cotidianos. ME-O, por su parte, vinculó la seguridad con la dignidad económica y anunció la intención de enfrentar a la derecha con un proyecto que busca cambio.
Entre estos polos, emergieron candidaturas que intentaron capturar el centro o sectores descontentos con los extremos. Franco Parisi (Partido de la Gente) aseguró representar a un electorado que rechaza tanto a “fachos” como a “comunachos”, proyectando un 22% de apoyo. Harold Mayne-Nicholls, también independiente, mantuvo una postura pragmática, dispuesto a colaborar en segunda vuelta si no avanzaba, y resaltó la experiencia y aprendizaje de la campaña.
Un elemento que añadió tensión a la jornada fue la postura de Eduardo Artés, quien condicionó su apoyo a Jara en segunda vuelta a la incorporación de demandas específicas relacionadas con recursos naturales, seguridad alimentaria y derechos en Wallmapu. Esta condición expuso las dificultades para consolidar alianzas claras en la izquierda, reflejando las complejidades de un espectro político fragmentado.
En la derecha, aunque Kast y Kaiser llamaron a la unidad, las diferencias internas y las disputas por liderazgos mostraron una derecha no exenta de tensiones, que deberá resolver en las próximas semanas para enfrentar el balotaje.
Los primeros resultados provenientes de Australia y Nueva Zelanda mostraron un liderazgo de Jeannette Jara, seguida por Kaiser y Kast, evidenciando la dispersión del voto en el exterior y la diversidad de preferencias entre la diáspora chilena. Esta dimensión internacional añadió una capa más de complejidad al análisis electoral.
La reactivación del voto obligatorio también fue un factor clave. El aumento de la participación redujo la abstención, pero no logró disipar la sensación de desencanto y polarización que persiste entre la ciudadanía, que observa con escepticismo y tensión el desenlace electoral.
Este proceso electoral pone en evidencia que Chile transita por un momento de profunda división política y social, donde el retorno del voto obligatorio ha reactivado la participación pero no ha logrado mitigar la fragmentación ni las tensiones.
Los discursos y estrategias de los candidatos reflejan un país que debate no solo proyectos de gobierno, sino también identidades, miedos y esperanzas contradictorias. La condición de apoyos y las tensiones internas anticipan que la segunda vuelta será un verdadero coliseo político, donde las alianzas serán difíciles y el país enfrentará un desafío para encontrar acuerdos mínimos que permitan gobernabilidad y estabilidad.
Por último, la jornada mostró que, más allá de las cifras, la política chilena está en un punto de inflexión, con electores que demandan respuestas claras sobre seguridad, economía y derechos, pero que también están marcados por la desconfianza y la polarización. El próximo capítulo electoral será decisivo para definir si Chile logra superar estas fracturas o si, por el contrario, se profundizan en un escenario de confrontación prolongada.
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Fuentes: Cooperativa.cl, Diario Financiero, declaraciones oficiales de candidatos y análisis de expertos electorales.
2025-11-09