
El escenario electoral de noviembre de 2025 en Chile se ha convertido en un espectáculo donde la distancia no solo es geográfica, sino también simbólica. El 16 de noviembre, José Antonio Kast acudió a votar en Conchalí protegido tras un vidrio blindado, gesto que no pasó inadvertido para sus rivales ni para la opinión pública. Jeannette Jara, candidata del oficialismo, criticó duramente esta medida, afirmando que “cuando uno quiere representar al país no puede estar escondido detrás de un vidrio o de otra cosa”. Esta frase no solo apunta a Kast, sino que pone en evidencia la tensión entre la percepción de seguridad y la necesidad de cercanía con el electorado.
La decisión de Kast de resguardar su presencia con un vidrio blindado ha sido interpretada por distintos sectores como un símbolo de la polarización y el miedo que atraviesan las campañas presidenciales. Para sus seguidores, esta medida responde a amenazas reales y a la necesidad de garantizar la integridad física de un candidato que representa una visión conservadora y fuerte en un país marcado por la conflictividad social. Sin embargo, para sus detractores, este gesto es la manifestación de un aislamiento voluntario, un rechazo a dialogar en igualdad con la ciudadanía.
Desde la derecha, se argumenta que la protección extrema no es un capricho, sino una consecuencia inevitable de la crispación política y de episodios previos de violencia en campañas anteriores. Un dirigente de RN señaló que “la seguridad de los candidatos debe ser prioridad, sobre todo cuando representan ideas que no son del agrado de todos”. En cambio, desde la centroizquierda y la izquierda, la crítica es que esta barrera física es también una barrera simbólica que aleja al candidato de la realidad que debe representar.
La elección de Conchalí para votar no es casual. Este sector popular del Gran Santiago ha sido escenario de múltiples conflictos sociales y es un termómetro para medir la recepción de los mensajes políticos. La presencia de Kast con protección extrema en este barrio ha generado un efecto contraproducente en algunos vecinos, quienes expresan sentirse observados y no escuchados. Por otro lado, seguidores del candidato valoran la firmeza y la postura de quien consideran un líder que no cede ante la presión social.
La jornada electoral del 16 de noviembre dejó en evidencia una Chile fragmentada que no solo se divide en ideas, sino en formas de relacionarse con el poder y la ciudadanía. La figura de Kast tras el vidrio blindado es un emblema de esta fractura: un candidato que se protege, pero que a la vez se aleja del contacto directo con quienes aspira a gobernar. Las críticas de Jara y otros candidatos reflejan la demanda de una política más cercana y transparente, pero también revelan las dificultades para equilibrar seguridad y representación en un contexto de alta polarización.
La elección próxima definirá si esta imagen se mantiene o si el país opta por discursos y liderazgos que intenten cerrar estas brechas físicas y simbólicas. Mientras tanto, el vidrio blindado sigue siendo una metáfora palpable de las barreras que separan a los chilenos en esta contienda electoral.
2025-11-11