A más de dos meses de que la Corte Suprema de Justicia de Argentina pusiera el sello final a una de las sagas judiciales más extensas y polarizantes de su historia reciente, el país transita por una nueva y tensa normalidad. El 10 de junio de 2025, la condena a seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner por administración fraudulenta en la "Causa Vialidad" dejó de ser una posibilidad para convertirse en un hecho consumado. Hoy, con Kirchner cumpliendo arresto domiciliario en su departamento de Buenos Aires, el estruendo inicial de la noticia ha decantado en un complejo escenario de consecuencias políticas, sociales y simbólicas que están lejos de resolverse.
La sentencia no solo sacó del juego electoral a la figura más gravitante de la oposición, sino que obligó a todos los actores políticos a recalcular sus estrategias. El veredicto ha funcionado como un catalizador que acelera debates internos y redefine las líneas de batalla en un país ya fracturado.
La evolución de los hechos tras la condena ha solidificado dos narrativas antagónicas que dividen a la sociedad argentina.
Por un lado, se encuentra la perspectiva del kirchnerismo y sus aliados, que enmarcan la condena como el clímax de un proceso de "lawfare" o guerra judicial. Desde la sede del Partido Justicialista (PJ), que ella preside, Kirchner calificó a los jueces de "monigotes" y denunció una proscripción política orquestada por poderes económicos y mediáticos. Esta visión se ha materializado en una estrategia de resistencia activa: movilizaciones constantes de la militancia frente a su domicilio, un discurso que la posiciona como víctima de una persecución y la decisión de llevar el caso a instancias internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Gestos como la consulta judicial de sus abogados para saber si podía salir al balcón a saludar a sus seguidores ilustran la meticulosa construcción de un relato de asedio y resistencia.
En la vereda opuesta, el gobierno de Javier Milei y el arco antikirchnerista celebraron el fallo como un triunfo de la institucionalidad y el fin de la impunidad. La reacción del oficialismo fue calculadamente escueta: un tuit presidencial con las palabras "Justicia. Fin." y declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, afirmando que "el que las hace, las paga". Para este sector, el veredicto no es persecución, sino el resultado de un debido proceso que, tras pasar por tres instancias judiciales, probó fehacientemente la corrupción. La condena es vista como un pilar fundamental para la regeneración moral y republicana que pregonan, un mensaje potente para su electorado y para los mercados internacionales sobre la vigencia del Estado de Derecho.
Con su líder indiscutida neutralizada electoralmente, el peronismo se enfrenta a una de sus encrucijadas más profundas desde el retorno a la democracia. La pregunta que resuena en sus filas es si la condena fortalecerá a Kirchner como mártir o acelerará su ocaso político.
La condena a Cristina Kirchner no es un hecho aislado. Se inscribe en una larga historia de polarización en Argentina y en un fenómeno regional donde las acusaciones de "lawfare" se han vuelto una herramienta política recurrente. Sin embargo, su impacto es singular por el peso específico de la figura condenada.
Actualmente, el escenario es de una incertidumbre latente. Para el gobierno de Milei, la salida de Kirchner del primer plano electoral es una victoria táctica que, paradójicamente, lo priva de su principal antagonista, la figura que le permitía cohesionar a su propia base en contra de un enemigo común. Ahora, deberá enfrentar a un peronismo posiblemente más fragmentado pero también con nuevos rostros.
La sociedad argentina, por su parte, observa cómo la justicia y la política continúan entrelazadas en una danza compleja. La condena no ha cerrado la grieta; por el contrario, la ha redefinido. La discusión ya no es sobre la culpabilidad o inocencia de una persona, sino sobre la legitimidad de las instituciones, el futuro de un movimiento político central en la historia del país y la forma en que Argentina resolverá sus conflictos de poder en los años venideros.