
El domingo 16 de noviembre de 2025, Chile vivió una jornada electoral que, lejos de cerrar capítulos, abrió un nuevo ciclo de incertidumbres y desafíos para su democracia. La elección presidencial se caracterizó por una participación masiva, impulsada por el retorno del voto obligatorio, una medida que no se aplicaba desde 2012 y que logró reducir la abstención histórica del 53% registrada en 2021. Sin embargo, esta mayor concurrencia no tradujo una victoria clara para ningún candidato, dejando el camino abierto para una segunda vuelta el 14 de diciembre.
El escenario electoral estuvo marcado por una polarización profunda. Por un lado, la izquierda, con el gobierno de Gabriel Boric aún en funciones, se unificó en torno a la candidata comunista Jeannette Jara. Por el otro, la derecha se fragmentó en tres candidaturas, aunque el conservador José Antonio Kast emergió como el favorito dentro de ese sector. Esta división refleja no solo diferencias ideológicas, sino también estratégicas, que complican la consolidación de un bloque homogéneo.
Desde la perspectiva política, esta polarización no es nueva, pero la intensidad y la forma en que se expresó en esta elección son inéditas. Guillermo Holzmann, analista político de la Universidad de Valparaíso, señaló que "los nuevos votantes no piensan en términos tradicionales de izquierda o derecha, sino en demandas concretas de cambio que los beneficien directamente". Esta observación refleja un fenómeno global de desafección hacia los partidos tradicionales y una búsqueda de alternativas que respondan a la realidad cotidiana.
En términos regionales, el voto obligatorio tuvo un impacto desigual. En las zonas urbanas, donde la abstención solía ser mayor, se observó un aumento notable en la participación, mientras que en regiones rurales la diferencia fue menos marcada. Este fenómeno podría alterar la representación política, ya que las preferencias electorales varían significativamente entre territorios.
Las voces ciudadanas recogidas tras la elección muestran un país dividido. Algunos sectores valoran la alta concurrencia como un triunfo democrático, mientras otros expresan preocupación por el aumento de la confrontación y la falta de consensos claros. Una votante en Santiago afirmó: "Es bueno que todos votemos, pero no sé si esto nos acerca o nos aleja más".
En el Congreso, la elección parcial también promete un escenario fragmentado. La composición resultante podría dificultar la gobernabilidad y la implementación de políticas, especialmente en un contexto donde los temas de criminalidad y migración ilegal dominaron la agenda electoral. Diversos candidatos atribuyeron el aumento de la violencia a organizaciones delictivas transnacionales, como el grupo venezolano Tren de Aragua, lo que ha tensionado aún más el debate público.
Esta elección, con resultados aún abiertos, confirma que Chile está en una encrucijada política. La combinación de voto obligatorio, polarización intensa y fragmentación partidaria redefine un mapa político que parecía estabilizado y plantea la necesidad de nuevas formas de diálogo y representación.
En conclusión, la elección presidencial 2025 no solo es un reflejo de las divisiones sociales y políticas actuales, sino también un llamado a repensar el sistema democrático chileno en su conjunto. La segunda vuelta y la conformación del próximo Congreso serán momentos decisivos para entender si estas tensiones se traducen en cambio o en estancamiento.
Fuentes: BBC News Mundo, análisis Universidad de Valparaíso, reportes ciudadanos.