
Una jornada electoral que fue un verdadero espectáculo de tensiones y esperanzas ha dejado al país en un escenario de incertidumbre y desafíos profundos. El 16 de noviembre de 2025, Chile vivió elecciones presidenciales y parlamentarias con voto obligatorio por primera vez en su historia. La medida, pensada para fortalecer la democracia, se tradujo en largas filas, aglomeraciones y una sensación de ansiedad colectiva, reflejo de un país dividido y expectante.
En el extranjero, la candidata oficialista Jeannette Jara logró una clara ventaja en países como Nueva Zelanda y Australia, con cifras preliminares que la posicionan como favorita en esos sectores. Su discurso, anclado en un relato de origen popular y la defensa de los derechos humanos, contrasta con la figura de José Antonio Kast, el ultraconservador que ha evitado en esta ocasión mostrarse con el discurso radical que lo caracterizó en campañas anteriores, pero que mantiene un núcleo duro de seguidores.
Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, emerge como un tercero disruptivo, con propuestas polémicas que han generado rechazo en sectores progresistas, especialmente por su postura respecto a indultos a violadores de derechos humanos, lo que ha provocado críticas públicas, por ejemplo, de la senadora Campillai.
Evelyn Matthei, representante de la derecha tradicional, ha tratado de posicionarse como una alternativa moderada, aunque su cierre de campaña evidenció dificultades para movilizar un apoyo masivo.
"Cuando uno quiere representar al país no puede estar escondido detrás de un vidrio", dijo Jeannette Jara en referencia indirecta a Kast, quien en sus últimos actos de campaña apareció protegido por un vidrio antibalas, un símbolo potente de la polarización y las tensiones que cruzan el país.
Por su parte, el expresidente Eduardo Frei, crítico con la decisión de su partido de apoyar a Jara, manifestó su distancia con las actuales dinámicas políticas: "La DC nació como una alternativa a los extremos políticos y hoy veo con consternación lo que ha pasado".
El sector productivo, especialmente la industria metalúrgica, ha manifestado su cautela ante el futuro gobierno. Más de la mitad de las empresas del sector esperan los resultados electorales para definir sus decisiones de inversión, en un contexto de alta incertidumbre económica y preocupaciones crecientes por la seguridad pública.
Fernando García, presidente de Asimet, enfatizó la necesidad de políticas claras que promuevan estabilidad, innovación y crecimiento: "Chile necesita reencontrarse con su capacidad de crear valor, producir e innovar".
Este proceso electoral no solo define quién ocupará La Moneda, sino que representa un termómetro del estado de la democracia chilena, marcada por la fragmentación, la polarización y la persistente sensación de vulnerabilidad ciudadana.
El voto obligatorio, si bien logró una mayor participación, también evidenció problemas logísticos y el peso del miedo como motor político. La narrativa de seguridad y orden dominó el debate, desplazando en ocasiones temas como la educación, la salud mental o la cultura.
La diversidad de perspectivas, desde la izquierda popular hasta la derecha radical, pasando por los sectores moderados, dibuja un país en busca de certezas en medio de la incertidumbre. El desenlace, que se definirá en la segunda vuelta del 14 de diciembre, marcará el rumbo de Chile en los próximos años, con consecuencias palpables en la economía, la cohesión social y la calidad de la democracia.
Como espectadores de esta tragedia colectiva, queda claro que el país enfrenta un desafío mayúsculo: construir puentes en un coliseo donde la desconfianza y el miedo han ganado terreno, y donde la esperanza debe abrirse paso para evitar que la fractura social se profundice aún más.
2025-11-16
2025-11-16
2025-11-15