
El bloqueo estadounidense a la representación palestina en la ONU ha trascendido el mero trámite diplomático para convertirse en un enfrentamiento que desnuda tensiones profundas en el tablero internacional. El 29 de agosto de 2025, el gobierno de Donald Trump anunció la denegación o revocación de visas a funcionarios palestinos que pretendían asistir a la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Esta medida, inédita para un país anfitrión de la ONU, ha generado un debate que va más allá de la política estadounidense, cuestionando principios legales y poniendo en jaque la legitimidad de la participación palestina en foros multilaterales.
Por un lado, Marco Rubio, secretario de Estado, justificó la medida aduciendo que la Autoridad Palestina (AP) y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) deben primero repudiar el terrorismo y cesar la incitación en sus sistemas educativos. Esta postura se inscribe en la línea dura del gobierno Trump, que ha respaldado incondicionalmente a Israel y desconfía de cualquier reconocimiento unilateral del Estado palestino.
En contraste, la AP calificó la decisión como una violación clara del derecho internacional y del Acuerdo de la Sede de la ONU, que obliga a Estados Unidos a facilitar el acceso a la sede de la organización sin importar las relaciones diplomáticas. Mahmud Abás y su equipo han insistido en que Palestina, con estatus de observador desde 1974, debe poder participar plenamente en la Asamblea General.
El portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, expresó que la organización está en diálogo con el Departamento de Estado estadounidense, esperando resolver el impasse. Sin embargo, la tensión es palpable, especialmente ante la próxima reunión impulsada por Francia y Arabia Saudita para avanzar en la solución de dos Estados, donde la representación palestina es clave.
Mientras tanto, países como Francia, Reino Unido, Canadá y Australia han anunciado su intención de reconocer formalmente un Estado palestino, sumándose a los cerca de 147 miembros que ya lo hacen. Esta dinámica internacional muestra un mundo dividido entre la política estadounidense y una mayoría que busca legitimar la causa palestina.
Este bloqueo ha profundizado la fragmentación del proceso de paz israelí-palestino, evidenciando las limitaciones de la diplomacia tradicional y la influencia unilateral de potencias en la ONU. Además, ha puesto en evidencia la fragilidad del marco legal internacional frente a intereses políticos nacionales.
Para Chile y América Latina, regiones que mayoritariamente reconocen al Estado palestino, la situación representa un desafío para sus políticas exteriores y su rol en la defensa del derecho internacional y los derechos humanos.
Finalmente, la crisis pone en escena la tensión entre la letra y el espíritu de los acuerdos internacionales, invitando a una reflexión crítica sobre cómo se construye la legitimidad en la arena global y quién tiene la autoridad para definirla.
En este juego de poder, donde cada actor defiende su visión con vehemencia, el espectador queda frente a una tragedia diplomática que no solo afecta a Palestina y Estados Unidos, sino que interpela a toda la comunidad internacional sobre la justicia, la legalidad y la política en el siglo XXI.
2025-11-12
2025-11-02
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