
La primera vuelta presidencial del 2025 en Chile ha dejado un escenario que, lejos de ser una simple carrera electoral, se asemeja a un coliseo donde dos figuras, Jeannette Jara y José Antonio Kast, se preparan para un duelo que definirá no solo quién gobernará, sino también el rumbo político y social del país en los próximos años.
Con un 26,29% y 24,66% de los votos respectivamente, ambos candidatos superaron a un elenco fragmentado de aspirantes, pero ninguno logró imponerse con claridad, dejando la puerta abierta a una segunda vuelta marcada por la incertidumbre y la necesidad de ampliar sus bases.
Desde el oficialismo, la figura de Jara se ha consolidado como un símbolo de la izquierda pragmática, que apostó a la negociación y a acuerdos parlamentarios para avanzar en reformas clave, como la previsional. Su paso por el Ministerio del Trabajo y su rol en el gobierno de Boric la posicionan como una candidata que busca equilibrio entre cambios sociales profundos y estabilidad económica.
No obstante, dirigentes del PC y sectores progresistas han expresado preocupación por la falta de holgura en su votación, lo que refleja las tensiones internas entre quienes desean un giro más radical y quienes optan por la moderación.
Por su parte, Kast representa la derecha conservadora que capitaliza el descontento social con la actual administración y la inseguridad, apelando a un electorado que reclama orden y valores tradicionales. Su discurso ha polarizado a la opinión pública, generando adhesiones fervientes pero también rechazo vehemente.
Los resultados preliminares en 17 países de Asia, Oceanía y Europa muestran a Jara liderando con un 50,3%, seguida a distancia por Johannes Kaiser (14,9%), Evelyn Matthei (13,4%) y Kast (13,2%). Esta realidad contrasta con la estrecha diferencia entre Jara y Kast en el territorio nacional, indicando que la diáspora chilena podría tener preferencias políticas distintas, influenciadas por contextos internacionales y perfiles socioeconómicos particulares.
Este dato adquiere relevancia para la segunda vuelta, pues el apoyo en el extranjero puede ser un factor decisivo en una contienda tan reñida.
Ambos comandos enfrentan el desafío de captar a los votantes de centro y a aquellos que optaron por candidaturas de tercera vía, como Franco Parisi y Evelyn Matthei, quienes quedaron relegados pero poseen un electorado significativo.
Jara ha mostrado gestos hacia el electorado del Partido de la Gente, buscando ampliar su base sin perder el núcleo progresista. Mientras tanto, Kast insiste en consolidar su base tradicional y atraer a los desencantados de la centro-derecha.
Este balotaje no solo decidirá quién asume La Moneda, sino que también reflejará la fragmentación y polarización que atraviesa Chile. La estrechez del margen y la diversidad de votos señalan un país dividido, donde ningún bloque político tiene hegemonía clara.
La elección pone en evidencia la complejidad de construir mayorías estables y la necesidad de diálogo político profundo, en un contexto marcado por demandas sociales, incertidumbre económica y un electorado cada vez más crítico y plural.
En última instancia, el desenlace será un termómetro de la salud democrática chilena y de la capacidad de sus líderes para enfrentar los desafíos con visión y flexibilidad, más allá de la retórica y las posturas rígidas.
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Fuentes: Servicio Electoral (Servel), plataforma DecideChile, análisis de La Tercera y Cambio21.