La escalada militar de EE.UU. en el Caribe: resistencia, acusaciones y un futuro incierto

La escalada militar de EE.UU. en el Caribe: resistencia, acusaciones y un futuro incierto
Internacional
América Latina
2025-11-17
Fuentes
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- Disputa militar creciente entre EE.UU. y Venezuela en el Caribe.

- Narrativas enfrentadas sobre narcotráfico y soberanía.

- Impactos regionales y sociales que trascienden la retórica oficial.

El despliegue militar de Estados Unidos en el mar Caribe y la respuesta venezolana han configurado un escenario de tensión que, lejos de disiparse, se ha profundizado en las últimas semanas. Desde septiembre, la Armada estadounidense ha bombardeado al menos 10 presuntas "narcolanchas", con un saldo de 43 muertos. Este hecho marcó un punto de inflexión en la dinámica regional, generando reacciones encontradas y una escalada que hoy, a mediados de noviembre, mantiene a América Latina en un estado de alerta y debate constante.

Nicolás Maduro, presidente venezolano, ha emergido como la voz principal de resistencia frente a lo que califica como una "nueva guerra eterna" impulsada por Washington. En un discurso transmitido en cadena nacional, Maduro afirmó que las acciones estadounidenses buscan derrocarlo y subrayó que el 94% de la población venezolana rechaza las amenazas de invasión. "Se están inventando una guerra que nosotros vamos a evitar con la movilización de los pueblos de América del Sur", declaró, reforzando su narrativa de soberanía amenazada.

Desde la perspectiva estadounidense, la operación se justifica como una ofensiva antidrogas destinada a frenar el narcotráfico en la región. Sin embargo, esta versión ha sido puesta en tela de juicio por diversas fuentes y analistas, que señalan una mezcla de intereses estratégicos y geopolíticos detrás del despliegue militar. La incorporación reciente del portaaviones USS Gerald R. Ford a la flota en el Caribe ha sido interpretada como una señal de endurecimiento en la postura de Washington.

En el terreno político, la tensión ha generado una polarización evidente. Sectores de la oposición venezolana critican tanto a Maduro como a Estados Unidos, denunciando que la población civil es la principal víctima de esta confrontación. Mientras tanto, gobiernos vecinos observan con preocupación el riesgo de una escalada que podría desbordar las fronteras nacionales y afectar la estabilidad regional.

Desde Colombia, por ejemplo, voces oficiales han mantenido una postura ambivalente, apoyando la lucha contra el narcotráfico pero advirtiendo sobre las consecuencias humanitarias y la posible desestabilización fronteriza. Organizaciones sociales y defensores de derechos humanos han alertado sobre el impacto en comunidades vulnerables, señalando que la militarización aumenta el riesgo de violaciones a los derechos fundamentales.

La narrativa venezolana también ha incluido una defensa activa de logros en materia de seguridad interna. Maduro ha destacado que Venezuela es "un país libre de producción de hoja de coca y cocaína", y que solo un 5% del narcotráfico que viene de Colombia pasa por su territorio, atribuyendo este avance a la Revolución Bolivariana y sus fuerzas policiales. Esta afirmación, sin embargo, ha sido objeto de escrutinio y debate en círculos internacionales, donde persiste la percepción de que la región sigue siendo un corredor clave para el tráfico de drogas.

Esta confrontación, que se ha extendido más allá de la retórica, evidencia una compleja red de intereses y tensiones. Por un lado, Estados Unidos busca reafirmar su presencia estratégica en el Caribe y América Latina bajo la bandera de la seguridad antidrogas. Por otro, Venezuela defiende su soberanía y despliega una narrativa de resistencia que apela a la identidad y unidad regional.

¿Qué se puede concluir a esta altura? Primero, que el conflicto no es únicamente militar o antidrogas, sino que es un choque de narrativas y legitimidades que refleja las fracturas políticas y sociales del continente. Segundo, que la población civil, en especial las comunidades en las zonas fronterizas y costeras, sigue siendo la más afectada, enfrentando riesgos crecientes en medio de una disputa que trasciende sus realidades cotidianas. Finalmente, que el futuro inmediato dependerá tanto de la capacidad de diálogo regional como de la voluntad política de las partes para evitar una escalada mayor que podría tener consecuencias imprevisibles para la estabilidad hemisférica.

La historia de esta confrontación sigue abierta, pero ya deja lecciones claras sobre la complejidad de los conflictos contemporáneos en América Latina, donde la mezcla de intereses geopolíticos, seguridad y soberanía nacional se entrelazan en un escenario de alta tensión y múltiples actores.