
Chile y su relación con la tierra: un drama que se repite pero no se olvida
El 29 de agosto de 2025, un sismo de magnitud 3.4 sacudió el noreste de San Pedro de Atacama, a 202 km de profundidad. Aunque fue imperceptible para la mayoría, este evento no es un hecho aislado, sino parte de una cadena constante de movimientos telúricos que mantienen al país en un estado de alerta latente.
Para entender este fenómeno, es necesario remontarse a la geología de Chile, situado en el límite de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana. Esta posición genera una actividad sísmica frecuente, que se manifiesta en temblores que muchas veces pasan desapercibidos pero que, en ocasiones, pueden desencadenar tragedias.
Expertos del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile señalan que “la profundidad y magnitud de los sismos recientes indican que la corteza terrestre sigue activa, pero no necesariamente se traducen en riesgos inmediatos para la población”.
Perspectivas encontradas: ciencia, política y sociedad
Desde el ámbito científico, la recomendación es clara: mantener un monitoreo constante y fortalecer la infraestructura de prevención. Sin embargo, en el plano político, las respuestas no siempre han estado a la altura de la amenaza. La discusión sobre la asignación de recursos para la prevención y la educación ciudadana se ha intensificado, especialmente en regiones vulnerables.
Un representante del Ministerio del Interior afirmó que “la política de prevención sísmica debe ser una prioridad nacional, pero enfrenta desafíos presupuestarios y de coordinación interinstitucional”.
Por otro lado, las comunidades locales, especialmente en zonas rurales y del norte grande, expresan una mezcla de resignación y demanda de mayor apoyo. La experiencia histórica de terremotos devastadores, como el de 2010, ha dejado una huella profunda que aún no se traduce completamente en una cultura preventiva efectiva.
Una dirigente vecinal de Atacama comentó: “Sabemos que la tierra se mueve, pero sentimos que las autoridades no siempre nos consideran en las decisiones que afectan nuestra seguridad”.
Verdades y consecuencias visibles tras meses de análisis
Tras un seguimiento exhaustivo de los movimientos sísmicos recientes y las respuestas institucionales, se concluye que Chile sigue atrapado en una paradoja: por un lado, la ciencia avanza en la detección y análisis; por otro, la sociedad y el Estado enfrentan dificultades para traducir ese conocimiento en políticas públicas robustas y efectivas.
La fragmentación en la gestión de riesgos y la falta de un enfoque integral ponen en evidencia una vulnerabilidad que no se puede ignorar. La historia reciente recuerda que la complacencia puede ser fatal.
Este ciclo de temblores leves y la amenaza latente de un gran terremoto configuran un escenario donde la preparación no es solo una cuestión técnica, sino un desafío social y político que Chile debe encarar con urgencia y profundidad.
En definitiva, el sismo del 29 de agosto es un recordatorio silencioso pero persistente: la tierra no olvida, y Chile tampoco debería hacerlo.