
Un escenario polarizado con matices inesperados
El domingo 16 de noviembre de 2025, Jeannette Jara, candidata de Unidad por Chile y la Democracia Cristiana, obtuvo un 26,29% de los votos en la primera vuelta presidencial, superando por estrecho margen al republicano José Antonio Kast, que alcanzó un 24,6%. Esta victoria, aunque significativa, no disuelve la complejidad que enfrenta: tres candidatos de derecha suman más del 52% del electorado, y el populista de derecha Franco Parisi sorprendió con un 18,41%, complicando aún más el mapa electoral.
“No dejen que el miedo congele sus corazones”, exhortó Jara en su discurso tras conocer los resultados, “Los desafíos nos motivan, nos ponen la vara alta y nos hacen luchar para conquistarlos”. Sin embargo, la realidad indica que deberá conquistar un electorado fragmentado y con fuertes reservas hacia la izquierda.
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En un gesto poco común en la política chilena reciente, Jara abrió la puerta a incorporar propuestas de sus rivales, destacando medidas que van desde la devolución del IVA a medicamentos, impulsada por Franco Parisi, hasta la reducción de los tiempos de espera oncológica que propuso Evelyn Matthei.
En su primer discurso tras la elección, Jara señaló que “estas ideas debieran estar en el programa de gobierno de quien sea elegida Presidenta”, una frase que generó tanto risas como vítores entre sus seguidores y que evidencia una estrategia de amplitud y pragmatismo.
Este gesto ha sido interpretado como un intento de tender puentes hacia sectores moderados y críticos, buscando atraer a quienes no la apoyaron en primera vuelta. Sin embargo, no estuvo exento de tensiones internas: la mención a Parisi generó pifias en su comando, reflejando la dificultad de amalgamar un electorado tan diverso.
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Desde la derecha, el bloque que apoya a Kast se muestra consolidado, con el respaldo explícito del libertario Johannes Kaiser y la tradicional coalición Chile Vamos, liderada por Matthei. Este frente exhibe un discurso duro contra el progresismo y promete un giro conservador en la agenda nacional.
“En los 16 años que Kast fue diputado, nadie recuerda una sola ley por el bien del país”, replicó Jara, buscando marcar la diferencia entre su proyecto y el de la ultraderecha.
Por su parte, sectores progresistas y académicos han expresado dudas sobre algunas propuestas del programa de Jara, especialmente en materia urbana y de gestión estatal, poniendo en cuestión la capacidad del Estado para ejecutar ciertas políticas sin caer en la ineficiencia o la corrupción.
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Este escenario electoral evidencia una sociedad chilena fragmentada, donde la polarización convive con demandas sociales complejas y un electorado que no termina de alinearse con los proyectos tradicionales.
La segunda vuelta, programada para el 14 de diciembre, no es solo una competencia entre dos candidatos, sino un verdadero coliseo donde se juegan narrativas, alianzas y la capacidad de cada uno para convencer a un electorado escéptico y dividido.
Las verdades que emergen tras esta primera etapa son claras: la izquierda debe ampliar su base sin perder su identidad; la derecha radical se fortalece pero enfrenta el desafío de moderar su imagen para captar votos moderados; y el electorado independiente, representado en buena medida por Parisi, será decisivo.
En definitiva, Chile se enfrenta a un momento definitorio donde la política debe demostrar si es capaz de superar la fragmentación y construir un relato común que permita avanzar en los desafíos sociales, económicos y culturales que el país arrastra desde hace años.