
José Antonio Kast, tras asegurar su paso al balotaje presidencial del 14 de diciembre, entregó el pasado 16 de noviembre su primer discurso oficial, un acto que revela las tensiones y desafíos que atraviesa la política chilena en esta etapa decisiva.En un escenario frente a la sede del Partido Republicano, el candidato se dirigió a sus seguidores con un tono combativo y claro, reafirmando su posición de oposición frontal al gobierno actual y a su contendora, Jeannette Jara.
El discurso, que duró más de 20 minutos, se caracterizó por una crítica sin concesiones hacia la administración en ejercicio, que Kast describió como un "gobierno fracasado". Más allá de la autoproclamación de fuerza electoral, el candidato enfatizó su agenda centrada en la seguridad pública y el combate al crimen organizado, un tema que ha calado hondo en amplios sectores del electorado."La única victoria real que nos hará celebrar es cuando derrotemos al crimen organizado y al narcotráfico", afirmó ante aplausos.
Sin embargo, su discurso no solo tuvo un contenido programático, sino que también apuntó a deslegitimar a su adversaria. Kast insistió en que Jeannette Jara es, en esencia, una extensión del actual gobierno y de la figura de Gabriel Boric, equiparando sus proyectos políticos y acusándolos de haber "abierto de par en par nuestras fronteras" y de rendirse ante el crimen."Jeannette Jara es Gabriel Boric con un tono de voz distinto", sentenció.
Desde una perspectiva política, esta retórica refleja una estrategia que busca movilizar a un electorado que se siente amenazado por la inseguridad y la inestabilidad, pero que también evidencia la polarización creciente que caracteriza este proceso electoral. La oposición, por su parte, ha denunciado este tipo de discursos como parte de una campaña que tensiona aún más el clima social y dificulta el diálogo político.
Regionalmente, el discurso de Kast resuena en sectores que han experimentado un aumento en la percepción de inseguridad, desde el extremo norte hasta la Patagonia, como él mismo mencionó, intentando construir una narrativa nacional que unifique diversas realidades bajo un mismo sentimiento de urgencia.
Por otro lado, voces ciudadanas y analistas han señalado que, aunque la preocupación por la seguridad es legítima, la simplificación del problema en términos de "crimen organizado" y "fronteras abiertas" puede invisibilizar causas estructurales y complejidades sociales que requieren soluciones integrales y no solo represivas.
Finalmente, el agradecimiento a excandidatos como Evelyn Matthei y Johannes Kaiser, con quienes tuvo diferencias durante la campaña, muestra un intento de consolidar un bloque opositor amplio, aunque las tensiones internas y las distintas visiones dentro de la derecha siguen siendo un factor a observar en las semanas que quedan antes del balotaje.Este discurso marca un punto de inflexión en la campaña, instalando una narrativa de confrontación directa que podría definir el tono del debate hasta la segunda vuelta.
En conclusión, la intervención de Kast no solo confirma la polarización que atraviesa la política chilena, sino que también pone en evidencia las preocupaciones sociales que alimentan esta división. La campaña entra ahora en una fase donde las certezas se mezclan con la incertidumbre, y donde la capacidad de los candidatos para dialogar con un electorado fragmentado será puesta a prueba. El balotaje promete ser un escenario donde las emociones y las razones se enfrentarán con intensidad, y donde el país deberá decidir no solo entre dos opciones, sino entre visiones contrapuestas sobre su futuro inmediato.