
El reciente repunte de episodios de violencia armada en la Región Metropolitana ha puesto en el centro del debate público no solo la seguridad ciudadana, sino también las complejidades sociales y policiales que estos hechos revelan. El 7 de noviembre, un hombre murió baleado en medio de un turbazo en su domicilio en Lampa, mientras que el 4 de noviembre otro hombre de 34 años quedó en riesgo vital tras recibir un disparo en la cabeza en Lo Barnechea. Dos escenarios distintos que dibujan un panorama inquietante y multifacético.
En Lampa, comuna que ha experimentado un crecimiento acelerado y desafíos en materia de orden público, la modalidad delictual conocida como "turbazo" —un asalto violento y rápido a domicilios— cobró una víctima fatal. Durante la madrugada, un grupo de sujetos ingresó a la vivienda, efectuando al menos cinco disparos, uno de los cuales terminó con la vida del hombre dentro de su casa. La madre de la víctima resultó lesionada al intentar impedir el robo.
Desde la perspectiva policial, este hecho refleja la persistencia de delitos violentos que afectan principalmente a sectores emergentes y periféricos, donde la sensación de inseguridad se mezcla con la percepción de escasa protección estatal. El subcomisario Manuel Arévalo, de la Brigada de Homicidios Centro Norte, señaló que la investigación continúa para establecer la dinámica exacta del asalto. Por su parte, vecinos y organizaciones sociales han expresado su frustración ante lo que consideran una respuesta insuficiente de las autoridades.
El ataque en Lo Barnechea, una comuna tradicionalmente asociada a sectores de mayores ingresos, desafía la idea de que la violencia armada es un fenómeno exclusivamente periférico. El 4 de noviembre, un hombre de 34 años fue atacado a tiros mientras compartía en la vía pública, recibiendo un disparo en la cabeza que lo dejó en estado crítico. La víctima, con antecedentes policiales pero sin causas pendientes, fue abordada por un agresor que huyó sin ser identificado.
Este episodio ha generado una discusión compleja. Desde un enfoque policial, se investiga el móvil del ataque, que hasta ahora no se ha esclarecido. En contraste, sectores sociales y expertos en seguridad advierten que la violencia en comunas como Lo Barnechea puede estar vinculada a problemas estructurales como la exclusión social, el narcotráfico y la fragilidad de las redes comunitarias.
Mientras las autoridades insisten en la necesidad de fortalecer la labor investigativa y mejorar la coordinación policial, organizaciones de derechos humanos y académicos llaman a una reflexión más profunda. El sociólogo y experto en seguridad pública, Dr. Rodrigo Méndez, afirma que "estos hechos no son aislados, sino síntomas de un sistema que reproduce desigualdades y exclusiones que terminan expresándose en violencia". Por otro lado, representantes de gremios policiales denuncian falta de recursos y apoyo para enfrentar este tipo de crímenes.
La comunidad en ambas comunas vive una mezcla de miedo, indignación y demanda de respuestas claras. En Lampa, la sensación de abandono estatal se contrasta con la expectativa de justicia; en Lo Barnechea, el impacto del ataque ha puesto en jaque la idea de seguridad en sectores acomodados.
A dos semanas de estos ataques, algunas certezas comienzan a emerger:
- La violencia armada no es un fenómeno homogéneo ni exclusivo de ciertas zonas, sino que se manifiesta en múltiples contextos sociales y geográficos.
- La respuesta policial y judicial enfrenta limitaciones importantes para esclarecer y prevenir estos hechos, en un marco de desconfianza ciudadana creciente.
- La seguridad pública requiere un enfoque integral que considere factores socioeconómicos, comunitarios y estructurales, más allá del control policial tradicional.
Este doble episodio invita a mirar más allá de la urgencia y la conmoción inicial para entender las raíces profundas de la violencia en Chile y cómo, desde distintas trincheras, se libran batallas por la seguridad, la justicia y la cohesión social.