
En octubre de 2025, España decidió unirse al programa PURL (Prioritized Ukraine Requirements List) coordinado por la OTAN para la compra conjunta de armamento estadounidense destinado a Ucrania. El anuncio fue realizado por el presidente Pedro Sánchez en Bruselas, en medio de un contexto complejo de presiones internacionales y debates internos sobre el compromiso militar español.
Este movimiento se produce tras meses de críticas públicas del expresidente estadounidense Donald Trump, quien acusó a España de no cumplir con el compromiso de destinar el 5% del PIB a defensa, cifra acordada en la cumbre de la OTAN en La Haya. España, sin embargo, mantiene que su aporte es integral y no solo medible en gasto, sino también en participación activa en misiones internacionales, como en los países bálticos, Turquía, Rumania e Irak.
“España es un socio fiable que cumple sus obligaciones”, afirmó Sánchez, defendiendo el gasto actual, cercano al 2% del PIB, y su contribución en capacidades y misiones. Este argumento refleja una visión más amplia del compromiso con la alianza atlántica, que no se reduce exclusivamente al presupuesto militar.
Desde una perspectiva política, el anuncio ha generado reacciones divididas. Sectores conservadores y algunos aliados en la OTAN presionan para un aumento más rápido y sustancial del gasto en defensa, viendo la compra conjunta como un paso necesario pero insuficiente. Por otro lado, voces críticas dentro de España y en la izquierda europea cuestionan la profundización del involucramiento en un conflicto lejano, alertando sobre los riesgos de militarización y la necesidad de priorizar soluciones diplomáticas.
Regionalmente, la decisión española también se interpreta en clave de equilibrio estratégico europeo. Con la guerra en Ucrania entrando en una etapa prolongada, la solidaridad entre países miembros de la OTAN se vuelve esencial para sostener la capacidad defensiva ucraniana y contener la expansión rusa. El programa PURL, iniciado tras la reducción del apoyo directo de EE.UU. bajo la administración Trump, ha permitido que países europeos financien conjuntamente armamento crítico, como misiles Patriot y lanzacohetes Himars.
Para Ucrania, la incorporación de España representa un alivio en la diversificación de fuentes de apoyo y un refuerzo en la continuidad de suministro de armas, vital para su resistencia. Sin embargo, también pone en evidencia las limitaciones y tensiones internas en la OTAN sobre cómo distribuir responsabilidades y recursos en un conflicto que redefine la seguridad europea.
Finalmente, esta historia revela una verdad compleja: el compromiso de España con Ucrania y la OTAN es real pero condicionado por factores políticos, económicos y sociales domésticos, así como por las dinámicas internacionales. La compra conjunta de armas es un gesto tangible, pero también un símbolo de las negociaciones constantes entre soberanía nacional, alianzas estratégicas y la presión de un mundo en conflicto.
En conclusión, España ha optado por fortalecer su apoyo militar a Ucrania dentro de un marco multilateral, buscando equilibrar sus obligaciones internacionales con sus capacidades y prioridades internas. Este episodio invita a reflexionar sobre la naturaleza de las alianzas contemporáneas y los desafíos que enfrentan los países para mantener la cohesión en tiempos de crisis prolongada.