
Un choque de voluntades y estrategias ha marcado las últimas semanas en Renovación Nacional (RN), un partido que se encuentra en el ojo del huracán político justo cuando la campaña presidencial entra en su tramo decisivo.
El 5 de noviembre de 2025, Mario Desbordes, alcalde de Santiago y expresidente de RN, confirmó su apoyo público al candidato de Republicanos, Álvaro Carter, generando una crisis interna con la directiva encabezada por Rodrigo Galilea. Galilea respondió con medidas disciplinarias, proponiendo llevar el caso al Tribunal Supremo del partido, una decisión que Desbordes calificó de un "show" y un descriterio político en un momento que exige unidad.
Este enfrentamiento no es un mero rifirrafe personal, sino que refleja tensiones profundas sobre la identidad y rumbo del sector. Por un lado, Desbordes critica la falta de foco de la directiva y acusa que mientras él es sancionado por apoyar a un candidato externo, la secretaria general de RN, Andrea Balladares, estaría haciendo campaña activa por un candidato de Evópoli, otro partido aliado, en la Región del Maule.
"Esto es una pelea chica que no le importa a nadie", señaló Desbordes, al tiempo que expresó su preocupación por la falta de confianza en el sector respecto a la segunda vuelta presidencial.
Desde la perspectiva de la directiva, la disciplina partidaria es clave para mantener la coherencia y evitar fracturas que puedan debilitar la candidatura de Evelyn Matthei, la abanderada oficialista que busca revertir el avance de la izquierda. Sin embargo, la crisis ha dejado al descubierto fisuras que van más allá de una simple diferencia táctica.
El 24 de agosto de 2025, Matthei reforzó su campaña incorporando voceros estratégicos de distintos sectores, incluyendo figuras de Demócratas, Amarillos por Chile y Chile Vamos, en un intento por ampliar su base y presentar un proyecto unificado. No obstante, la tensión interna en RN ha puesto en jaque esa imagen de unidad, justo cuando la candidata intenta consolidar su paso a la segunda vuelta.
En el plano ciudadano, el episodio ha generado reacciones diversas. Algunos sectores ven en Desbordes una voz crítica necesaria que desafía el statu quo y busca mayor apertura política, mientras otros advierten que sus acciones podrían fragmentar aún más a la centroderecha, debilitando sus opciones electorales.
Desde una mirada regional, la disputa refleja también la complejidad de las campañas locales y la influencia de actores con agendas particulares, que a menudo chocan con las estrategias nacionales.
¿Qué se puede concluir de este conflicto?
Primero, que la campaña presidencial chilena no está exenta de luchas internas que pueden impactar la percepción pública y la cohesión del electorado. Segundo, que la disciplina partidaria y la unidad estratégica son desafíos mayores en un contexto político fragmentado y polarizado. Tercero, que la desconfianza interna y la falta de confianza en la candidatura oficialista pueden abrir espacios para movimientos alternativos o para un fortalecimiento de la oposición.
En definitiva, la disputa entre Desbordes y Galilea es más que un episodio aislado: es un síntoma de las tensiones estructurales que enfrenta la centroderecha chilena en su intento por articular un proyecto político sólido y competitivo en un escenario electoral complejo y cambiante.
Fuentes consultadas incluyen reportajes de La Tercera y 24Horas, análisis políticos y declaraciones oficiales de los protagonistas.