
Harold Mayne-Nicholls, exdirigente deportivo y candidato presidencial independiente, se enfrentó a una derrota que pocos anticiparon con tanta crudeza. El 16 de noviembre de 2025, tras el escrutinio del 97,91% de las mesas, su votación quedó en un magro 1,26%, ubicándolo sexto en una carrera donde ocho aspirantes buscaron La Moneda.
Esta cifra, que a simple vista podría parecer un dato más en el amplio espectro electoral, esconde una compleja trama de expectativas, desencuentros y una realidad política que se polariza entre dos candidatos que ya se encaminan al balotaje: Jeannette Jara, representante del oficialismo, y José Antonio Kast, abanderado de la derecha.
En una entrevista posterior a los resultados, Mayne-Nicholls fue tajante: 'Con una votación de un 1% es absurdo pretender involucrar a alguien, además los votos no son míos, son de quienes nos apoyaron'. Esta frase no solo refleja la modestia del resultado, sino también una postura política que evita la instrumentalización de un electorado fragmentado y diverso.
A pesar de la proximidad del balotaje, el exlíder de la ANFP descartó cualquier tipo de alianza o apoyo explícito a Jara o Kast. Intentó comunicarse con ambos candidatos, sin obtener respuesta, limitándose a enviar mensajes por WhatsApp. Este gesto, aparentemente menor, simboliza una distancia no solo física sino también ideológica y estratégica entre él y los finalistas.
Desde la izquierda, algunos analistas interpretan la votación de Mayne-Nicholls como un síntoma del desencanto ciudadano con las figuras tradicionales y la búsqueda de opciones alternativas, aunque sin éxito contundente. Para la derecha, su resultado confirma la consolidación de un electorado polarizado que no deja espacio para candidaturas independientes o emergentes.
En regiones, el impacto fue igualmente limitado, con una dispersión del voto que no logró consolidar bases territoriales sólidas. Ciudadanos entrevistados expresaron sorpresa por la baja votación, pero coincidieron en que la campaña careció de un mensaje claro y movilizador.
La votación de Mayne-Nicholls pone en evidencia la dificultad de candidaturas independientes para trascender en un sistema electoral cada vez más bipolarizado. Su negativa a endosar apoyos, lejos de ser un acto de soberbia, puede interpretarse como un reconocimiento honesto de la realidad política y un respeto hacia su propio electorado.
Además, la ausencia de contacto con los candidatos del balotaje revela tensiones y desconfianzas que podrían marcar la campaña que viene, donde la búsqueda de adhesiones no siempre se traduce en diálogo franco.
Finalmente, esta derrota invita a reflexionar sobre el espacio que queda para voces alternativas en Chile y cómo se puede construir una política que no solo responda a la polarización, sino que también convoque a sectores dispersos y críticos.
En definitiva, el 1% de Mayne-Nicholls no es solo un número, sino un espejo de las complejidades y desafíos del sistema político chileno en 2025.