
Un relevo ministerial que sacudió las expectativas. El 20 de agosto de 2025, Mario Marcel renunció sorpresivamente al Ministerio de Hacienda, dejando un vacío en un cargo clave para la estabilidad económica del país. La designación de Nicolás Grau, hasta entonces ministro de Economía, fue recibida con escepticismo y controversia. A más de tres meses de ese episodio, la historia de este nombramiento y su impacto ha madurado, revelando un complejo entramado de desafíos técnicos y políticos.
Para sectores técnicos y mercados, la ausencia de una trayectoria sólida en finanzas públicas de Grau ha sido motivo de preocupación. Economistas como Sebastián Edwards han reconocido que, aunque Grau mostró inexperiencia inicial, ha crecido en su rol y hoy posee un mayor entendimiento del aparato económico. Sin embargo, voces críticas dentro del mundo político y la academia cuestionan su capacidad para manejar la compleja tarea de controlar el gasto público en un año electoral.
Desde la izquierda del oficialismo, especialmente el Partido Comunista, se ha expresado la expectativa de que Grau impulse una agenda más expansiva en materia social, lo que tensiona la meta fiscal. Esta presión ha generado dudas sobre si el ministro podrá mantener la contención en el gasto público, fundamental para preservar la confianza de inversionistas y la solvencia fiscal del Estado.
Por otro lado, sectores de oposición y analistas independientes han interpretado la designación de Grau como una jugada política del Presidente Gabriel Boric. Se señala que Boric apuesta por un ministro que no sólo administre las finanzas, sino que también sea un aliado estratégico para una eventual reelección, un socio político con quien construir un proyecto de poder a largo plazo. Esta lectura plantea que el nombramiento trasciende la gestión económica y apunta a fortalecer el liderazgo interno del oficialismo.
Chile enfrenta un escenario fiscal complejo: el déficit estructural ha aumentado, y el Gobierno corrigió la meta de déficit ajustado de 1,1% a 1,8% del PIB para 2025. En este marco, la aprobación del presupuesto 2026 se presenta como la prueba de fuego para Grau, quien debe equilibrar las demandas sociales con la responsabilidad fiscal.
Además, la permanencia de Javiera Martínez en la Dirección de Presupuestos fortalece el control del Frente Amplio sobre la agenda económica, un factor que complejiza aún más la dinámica interna del Gobierno. La tensión entre mantener la disciplina fiscal y responder a las expectativas sociales se ha vuelto palpable.
Desde las regiones, Grau ha mostrado un estilo de gestión cercano, recorriendo territorios y dialogando con diversos actores, desde empresarios hasta comunidades indígenas. En sus propias palabras, este contacto le ha cambiado y le ha permitido comprender mejor las urgencias del país. Sin embargo, para muchos ciudadanos, la figura de Grau simboliza la incertidumbre de un Gobierno que parece apostar más a la política que a la solidez técnica en Hacienda.
La experiencia acumulada en estos meses indica que el nombramiento de Grau no es un simple parche ministerial sino un movimiento estratégico del oficialismo con implicancias profundas. La tensión entre la inexperiencia técnica y la apuesta política genera una disonancia que se refleja en la volatilidad de las expectativas fiscales y la credibilidad del Ejecutivo.
Lo que está en juego no es sólo la gestión del presupuesto 2026, sino la capacidad del Gobierno para mantener la confianza institucional y financiera en un contexto electoral y de alta polarización. La prueba definitiva para Grau será demostrar que puede sostener la responsabilidad fiscal sin sacrificar las demandas sociales que el oficialismo ha prometido atender.
En definitiva, el caso Grau pone en evidencia las complejidades de un Chile que busca equilibrio entre la técnica económica y la política, en un escenario donde ambos campos se disputan el control del futuro del país.
2025-08-23