
Una elección que no fue sorpresa en nombres, pero sí en matices y porcentajes. El domingo 16 de noviembre de 2025, Chile vivió su primera vuelta presidencial con una participación obligatoria inédita que llevó a las urnas a más de 15 millones de personas. El resultado confirmó que serán Jeannette Jara, comunista y candidata oficialista, y José Antonio Kast, ultraconservador y líder del Partido Republicano, quienes disputarán la presidencia en la segunda vuelta del 14 de diciembre. Sin embargo, la distancia entre ambos fue estrecha y las cifras finales revelaron un escenario más complejo y fragmentado que el anticipado.
Jara consiguió un 26,6% de los votos, mientras Kast alcanzó un 24,2%, cifras que quedaron por debajo y por encima, respectivamente, de las expectativas previas. Jara no logró capitalizar el respaldo esperado del oficialismo ni ampliar significativamente su base más allá del núcleo duro comunista y sectores de izquierda, mientras Kast consolidó su liderazgo en la derecha radical, pero con un discurso más mesurado que en campañas pasadas, centrado en la seguridad, migración y economía.
La derecha tradicional sufrió un duro revés: Evelyn Matthei quedó relegada al quinto lugar con un 13%, superada también por Johannes Kaiser, el candidato libertario que obtuvo un 13,9%, y que sorprendió al desplazar a la representante de Chile Vamos. El populista Franco Parisi, con un 19%, irrumpió como tercer actor, confirmando la volatilidad y el descontento de amplios sectores electorales.
Desde la izquierda, Jara ha intentado presentarse como una candidata de unidad y esperanza, buscando distanciarse de la imagen más rígida del Partido Comunista. Sin embargo, su vínculo con el PC y la baja adhesión al Gobierno de Boric han limitado su capacidad de ampliar su base más allá de sectores tradicionalmente movilizados. “Somos un país grande”, ha enfatizado, intentando contrarrestar el clima de pesimismo que domina el debate público.
En la derecha, Kast se ha mostrado firme en su discurso de mano dura contra la delincuencia y la migración irregular, capitalizando el temor y la demanda de orden que expresan muchos ciudadanos. “Esta noche Chile sí despertó, luego de seis años de violencia y mediocridad”, declaró tras conocer los resultados, marcando un claro antagonismo con el oficialismo.
Los sectores empresariales, representados por Sofofa, han llamado a la calma y a la recuperación de la capacidad de diálogo y acuerdos, advirtiendo que “las próximas semanas serán determinantes para proyectar un clima de estabilidad y fortalecer la gobernabilidad”. El llamado es a que ambos candidatos enfoquen sus propuestas en las urgencias económicas y sociales, como la inversión, el empleo formal y la seguridad.
El voto chileno en el extranjero mostró tendencias diferenciadas que reflejan la complejidad del electorado. Jara ganó en Argentina, España, Suecia y Nueva Zelanda, mientras Matthei tuvo triunfos en China y Filipinas, y Kast se impuso en Malasia e Israel. Estas variaciones evidencian que la diáspora chilena no es un bloque homogéneo y que las identidades políticas se cruzan con factores culturales y económicos propios de cada región.
Este resultado electoral deja en evidencia varias verdades irrefutables: Chile está profundamente polarizado, con una ciudadanía que se mueve entre extremos y que expresa un desencanto con las fuerzas políticas tradicionales. La fragmentación del voto, con cinco candidatos principales obteniendo porcentajes significativos, muestra un electorado dividido y exigente.
La segunda vuelta será un duelo de identidades y narrativas: ¿podrá la izquierda ampliar su base más allá del PC y sectores afines? ¿Logrará la derecha radical capitalizar la unidad de sus sectores y el descontento social? ¿Qué rol jugarán los votos del populismo y el libertarismo, que han sacudido el tablero político?
Además, el resultado proyecta un desafío enorme para la gobernabilidad futura, en un país que enfrenta urgencias económicas, sociales y de seguridad, y donde la estabilidad institucional no puede darse por garantizada. El llamado a la construcción de acuerdos y a la búsqueda de consensos será clave para evitar una crisis política y social mayor.
En definitiva, Chile se encuentra en un momento de inflexión, donde la política tradicional cede espacio a nuevas fuerzas y donde la ciudadanía demanda respuestas concretas y viables. La segunda vuelta será el escenario donde se definirá si el país opta por una continuidad con matices o por un cambio radical que reconfigure su destino.
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Fuentes: Servicio Electoral de Chile (Servel), El País Chile, Cooperativa, Diario Financiero, La Tercera.