
El drama de la Autopista Vespucio Oriente y Norte ha dejado en evidencia, con un intervalo de apenas semanas, la vulnerabilidad del sistema de seguridad vial en la capital chilena. El 31 de octubre una mujer perdió la vida tras colisionar contra una barrera de contención en Vespucio Oriente, mientras que el 23 de agosto un motociclista falleció tras un choque con un camión en Vespucio Norte, cuyo conductor huyó del lugar. Estas tragedias, separadas en el tiempo pero unidas por el espacio, han encendido un debate que va más allá de la fatalidad individual y apunta a fallas estructurales y sociales.
En el primer caso, la víctima femenina, aún no identificada públicamente, perdió la vida en el impacto contra una barrera en la salida del túnel San Cristóbal. Tres acompañantes resultaron con lesiones, y la investigación a cargo de Carabineros SIAT se ha centrado en esclarecer la dinámica exacta del accidente. Por su parte, la comunidad vial quedó con la inquietud sobre las condiciones de la vía y la señalización en ese tramo.
En el segundo accidente, el motociclista colombiano J.A.I.G. fue embestido por un camión en el kilómetro 25,5 de Vespucio Norte. El conductor del camión se dio a la fuga, lo que ha generado una fuerte condena social y ha puesto en la mira la eficacia de la fiscalización y la persecución de responsables en accidentes con abandono de víctima.
Desde el Ministerio Público y Carabineros, se ha enfatizado la necesidad de investigaciones técnicas rigurosas para determinar causas y responsabilidades. “Se están realizando todas las diligencias para establecer de manera técnica y científica la dinámica que causó el accidente,” declaró el teniente Miguel Yáñez, responsable de la SIAT en Vespucio Oriente.
En contraste, voces ciudadanas y organizaciones de seguridad vial han cuestionado la lentitud en implementar medidas preventivas y el déficit en infraestructura adecuada para proteger a los usuarios más vulnerables, como motociclistas y peatones. Un colectivo de familiares de víctimas ha demandado mayor transparencia y acciones concretas para evitar que estas tragedias se repitan.
Políticamente, el tema ha cruzado líneas partidarias. Mientras algunos sectores de oposición critican la falta de políticas públicas efectivas, representantes del oficialismo reconocen los problemas pero apuntan a la complejidad del sistema vial y la necesidad de un enfoque integral que incluya educación, fiscalización y mejoras estructurales.
Estos accidentes no solo dejan un saldo trágico de vidas humanas, sino que también revelan una autopista que funciona como escenario de conflictos sociales y técnicos. La fuga del conductor en el caso del motociclista añade una capa de impunidad que erosiona la confianza en el sistema judicial y policial.
Además, la proximidad temporal y espacial de ambos hechos obliga a una reflexión profunda sobre la gestión de la seguridad vial en Santiago. La ausencia de una respuesta coordinada y contundente podría traducirse en la repetición de tragedias evitables.
Finalmente, la convergencia de perspectivas —desde la institucionalidad, la sociedad civil y el mundo político— muestra que no hay soluciones simples ni unívocas. La seguridad vial es un desafío multidimensional, donde la responsabilidad se reparte entre conductores, autoridades, urbanistas y la comunidad.
“Estos accidentes son una llamada de atención para repensar el diseño y la gestión de nuestras vías urbanas, priorizando la vida por sobre la velocidad y la fluidez,” concluye un experto en movilidad urbana consultado para este análisis.
En definitiva, la tragedia en Vespucio Oriente y Norte no es solo un episodio aislado, sino un espejo de las tensiones y deficiencias que persisten en la seguridad vial chilena, con consecuencias que impactan a toda la sociedad y que exigen una respuesta profunda y sostenida.