
Un fin de semana marcado por la tragedia en la Franja de Gaza dejó una cifra escalofriante: más de 95 palestinos muertos y más de 300 heridos, según reportes oficiales del Ministerio de Sanidad de Gaza. El episodio, ocurrido entre el viernes 22 y el sábado 23 de agosto de 2025, se inscribe en un conflicto que no cede, donde la violencia no distingue entre combatientes y civiles.
Dieciséis de las víctimas fatales fallecieron mientras intentaban acceder a alimentos en puntos de reparto humanitario, un detalle que revela la desesperación y el colapso de la vida cotidiana en un territorio asediado y fragmentado. En Jan Yunis, un bombardeo israelí acabó con la vida de 17 personas, incluidos seis niños, entre ellos un bebé de seis meses y hermanos de apenas 10 y 13 años.
El episodio ha generado un choque frontal entre diversas perspectivas. Por un lado, el gobierno israelí sostiene que sus ataques buscan neutralizar amenazas terroristas y proteger a su población de ataques desde Gaza. En contraste, organizaciones humanitarias y gobiernos internacionales denuncian que la respuesta militar ha sido desproporcionada y viola el derecho internacional humanitario, al impactar severamente a civiles y destruir infraestructuras esenciales como hospitales y escuelas.
En Chile, el debate no ha estado exento de tensiones. Sectores políticos de derecha enfatizan la necesidad de respaldar a Israel en su derecho a defenderse, mientras que voces de izquierda y organizaciones sociales llaman a condenar la violencia y exigir un cese inmediato de hostilidades, destacando la crisis humanitaria y el sufrimiento de la población palestina.
El 90% de la población gazatí ha sido desplazada en múltiples ocasiones desde octubre de 2023, según informes verificados. La concentración en apenas el 14% del territorio, sumada a la destrucción de viviendas y servicios básicos, ha generado una emergencia humanitaria sin precedentes. El acceso a alimentos, agua potable y atención médica es cada vez más limitado, agravando la vulnerabilidad de una población que vive bajo constante amenaza.
Este episodio no solo reafirma la persistencia de un conflicto que parece no tener fin, sino que también desnuda la compleja trama de intereses geopolíticos, narrativas encontradas y la tragedia humana que queda en el medio. La comunidad internacional enfrenta un desafío: cómo equilibrar la legítima preocupación por la seguridad con el imperativo de proteger a civiles y promover soluciones duraderas.
Para Chile y el mundo, la lección es clara: la violencia solo profundiza heridas y fracturas sociales, mientras que la búsqueda de diálogo y respeto a los derechos humanos debe ser el camino para evitar que la tragedia se repita.
“La cifra de más de 62.600 muertos desde octubre de 2023 no puede ser ignorada por la comunidad global”, advierte Amnistía Internacional. Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel reafirma que sus acciones se ajustan a los marcos legales internacionales y buscan garantizar la seguridad nacional.
En definitiva, el fin de semana en Gaza fue un recordatorio brutal de la fragilidad de la paz y la urgencia de repensar las estrategias para un futuro donde la tragedia no sea la norma.